Slave to the System es una nueva banda de curtidos músicos. De Queensryche provienen el batería Scott Rockenfeld y el guitarrista Kelly Gray, mientras que de Brother Cane lo hacen el bajista Roman Glick y el cantante/guitarrista Damon Johnson. En este primer disco los músicos ponen todo su afán al servicio de una renovación, de apartarse de clichés del heavy y el progresivo y dedicarse a los temas, bien con furia metálica, bien con delicadas baladas.
Potentes riffs abren «Stigmata» e inmediatamente emparentan a la banda con supergrupos como Audioslave o Velvet Revolver. Y es que, puestos a buscar parecidos, este primer tema suena grande, como si Axl Rose cantara sobre los riffs de Jerry Cantrell. «Ruby Wednesday» continúan en el hard-rock de tintes metálicos muy bien ejecutado y momentos para la melodía oscura de toques grunges. «Slave to the System» incluso los sitúa cerca de Monster Magnet y Soundgarden (tienen más de estos que los propios Audioslave), introduciendo toques más heavies como un sólo de infarto.
Asombroso es el asalto de «Cruze Out of Control», una especie de cruce entre los Soundgarden de Badmotorfinger con un poco de la locura crossover de Faith No More. En «Disinfected» se muestran como la arrolladora máquina de metal alternativo que son cuando quieren con cierta querencia clásica. Interesante es la atmósfera de «Walk the Line» con toques de The Cult.
Quién busque rastros del rock progresivo de Queensryche, aquí no encontrará demasiado, pero si una cohesionada mezcla de tendencias del rock que para algunos siguen estando reñidas. Y en este disco de debut demuestran al menos cierta valía por encima de otras bandas de famosas rockstars.