Los que estén al tanto de mis gustos musicales sabrán que tengo cierta obsesión por algunos grupos (¿hola The Knife?, ¿hola 16 Horsepower?), bastante dispares entre sí pero que logran que les oiga durante horas y horas, semana tras semana. Porcupine Tree son uno de ellos, y desde hace algunos años ya, además de ser prácticamente la única banda de rock progresivo que escucho. La verdad es que este género nunca ha sido mi fuerte, pero el grupo británico comandado por el multidisciplinar Steven Wilson ha logrado hechizarme gracias al poderoso empaque de sus dulces melodías, que tejen una fina urdimbre junto a un elegante entramado heredadado directamente de las escuelas Pink Floyd y King Crimson.
Con «Fear Of A Blank Planet» nos enfrentamos al ya noveno disco de estudio del Puercoespín, después de esa obra maestra llamada «In Absentia» de 2002 y el hijo de esta bautizado como «Deadwing», aparecido tres años después. Esta nueva referencia tiene puntos en común con sus predecesores, aunque también apunta hacia otros terrenos. Si en sus últimos álbumes encontrábamos un acertado acercamiento a la configuración más tradicional del pop y el rock, en «Fear Of A Blank Planet» Steve Wilson ha decidido mirar un poco a sus inicios de principios de los noventa y editar un disco de carácter bastante más progresivo.
Resumiendo, nos encontramos ante un pequeño paso atrás en la ya dilatada discografía de Porcupine Tree, como sucedió con «Deadwing», que no era sino una copia a menor nivel de «In Absentia». Quizá me haya cebado un poco con este disco, ya que ni mucho menos se puede calificar de malo e incluso alcanza el nivel de notable. Lo que pasa es que da la impresión de que el grupo podría dar mucho más de sí, y de ello hay varios ejemplos en el pasado. Por ahora no hay que perder la fe, pero Mr. Wilson, este año el premio a tu mejor disco ha ido a parar a Blackfield.