Parece inevitable hacer referencias a la naturaleza cuando hablamos de bandas instrumentales. Su propia imaginería, sus artworks y sus diseños en general suelen los primeros que nos evocan a ello. Para este caso, y teniendo en cuenta que mi primera escucha de estas canciones fue entre paisajes yermos y afiladas montañas, no voy a ser yo el que rompa la tradición. Al fin y al cabo, ¿alguien me va a decir que su mente no viaja cuando escucha a El Páramo?
Tras dos minutos de suave y sosegada intro que, ayudada de una acertada reverb nos induce a pensar algo en el imaginario toundriano, arranca “Turbina”, primera pieza de este homónimo segundo trabajo de El Páramo. Un riff espectacular marca de la casa borra de un plumazo cualquier presunción de relax en su sonido, y sus nueve minutos magistrales de stoner, hard pesado, y elementos más melódicos de herencia post metalera, nos sirven para fundirnos con este inmejorable comienzo de disco. Cuando uno escucha a El Páramo ahora ya no sólo piensa en zonas desérticas y aplastadas por el sol. Ahora existen más matices en los paisajes que dibuja, siendo una frígida y escarpada serranía la que mejor se asemeje a la paisajística música del cuarteto. Subidas y bajadas, desarrollos que te hacen volar y caer, y que te arrastran hasta “Don Pedro”, una pieza más directa que junto a la anterior marcará la tónica de todo el disco. Es decir, tema largo de entre nueve y doce minutos, seguido de otro corto de entre cuatro y seis; o lo que es lo mismo, una distribución perfecta para mantener el equilibrio de todo el Lp. En “Don Pedro” la sombra de los Mastodon más clasicotes hace aparición, y por un momento ¿¡El Páramo tiene hasta voz!? Ah no, sólo se trata de unas juguetonas (y posiblemente bromistas) guitarras que dibujan algo que a buen seguro todos corearemos cuando les veamos sobre las tablas.
Como si paseásemos por una ciudad encantada llena de monolitos seguimos el viaje en “Ad Bellum”, la cual sostiene la parte central del disco junto a “La Reina Del Sol”. Ambas están separadas por el experimento desértico (aquí sí) del disco. Descansando sobre guitarras limpias, y arropados por un manto percusivo, los cuatro minutos de “La Cruzada” nos muestran a unos Páramo novedosos que parecen disfrutar de tomarse un respiro. Tema acústico de aires puramente fronterizos, su lugar en el álbum no podía ser otro que el del ecuador del Lp. La mencionada antes, “La Reina Del Sol”, nos los devuelve con más nervio que nunca, y directa al cuello nos aborda para seguir adelante de su mano hacia la segunda parte del minutaje. Unas guitarras tan heavys como sentidas hacia la mitad del desarrollo de ésta, nos sirven de preámbulo para un potentísimo final en donde el stoner alcanza sus mayores cotas de excelencia.
“Aspid” continúa la línea más ortodoxa del sonido del cuarteto, pero lo hace posiblemente de la forma más incisiva que hasta entonces les habíamos conocido. Rozando por momento incluso el macarrismo del hardcore, aquí se acercan más que nunca a toda esa hornada de grupos del sureste norteamericano que tiene a bandas como Torche o Baroness a la cabeza. Con el listón muy alto llegamos al cierre de la mano de “Llano Alto”, otro tema complejo en estructura, y de intrincados desarrollos, que termina por redondear el viaje por valles y volcanes de colores que nos prometía la portada del disco.
Habrá mucha gente que descubra los encantos de El Páramo gracias al éxito en los últimos años de las bandas de sus otros miembros (Adrift y Toundra), pero lejos de ver esto con recelo, sus miembros han de mostrarse orgullosos y aprovechar el filón que ahora se abre para conseguir que esta expedición psicotrópica pueda llegar a puntos mucho más lejanos. Como ocurre con el tiempo en geología, ni la música de El Páramo puede medirse con el reloj, ni su carrera como grupo ha de medirse con un calendario. Disfrutemos por lo tanto del viaje, y que a cada cual la música lo lleve hasta el punto que éste desee alcanzar.