Si algo ha quedado claro llegados a su cuarto álbum es que Noise Box saben manejar bien sus referencias en cuanto a pop y rock y que saben ensamblarlas con eficacia sin provocar fricciones. De esta manera consiguen que desfilen ante nuestros oídos estilos como el rock alternativo, el grunge, el shoegaze, el brit pop o hasta el el post-punk sin respiro y sin que enarquemos la ceja en apenas ningún momento.
El grupo tiene ya sus tablas y eso se nota a la hora de saber potenciar una buena melodía cuando la tienen entre manos. Es el caso de la inicial “Bonnie and Clyde”, intenso encuentro entre el shoegaze y The Smashing Pumpkins, o “Snakes and Ladders”, buen ejemplo de rock alternativo fabricado en el siglo XXI. En ambas se descubre la querencia de los murcianos por las guitarras explosivas pero con un deje onírico que es quizá su seña más distintiva.
El Reino Unido, sobre todo el de los noventa, también está muy presente en este “Down in the Sky”. Con la desgarrada “Karoshi” se sitúan a medio camino entre Placebo y los olvidados Mansun, mientras que «Mia» está en la senda de los primeros Radiohead. No sorprende por tanto la inclusión de “Newcomer”, clara propuesta para buscar el hit entre los fans de Editors y Bloc Party, teclado incluido. Más discutible es la presencia de “Long Winter”, medio tiempo que los acerca al terreno de la radio mainstream.
La canción más sorprendente la colocan sabiamente al final: un tema título de más de ocho minutos que se acerca a los cánones del post-rock con explosión de guitarras enmarañadas al final. Lo que no impide que en general permanezca la idea de que aunque Noise Box tengan buenas capacidades pequen de cierta indefinición que hace que tengan que definirse a veces por sus obvias referencias. Eso sí, el nivel de artesanos del pop ya lo han alcanzado.