/Reseñas///

Nirvana – In Utero

Nirvana - In Utero portada
DGC, 1993
Productor: Steve Albini
Banda: Kurt Cobain, Krist Novoselic, Dave Grohl

Géneros: ,

10.0

Distorsión tortuosa y sentimiento acústico. Esta es la particular simbiosis antinatural que las maltratadas neuronas de Kurt Cobain nos proponían en el canto del cisne (negro) del trío de Seattle. Se dice que artífice quiso desmarcarse de un sonido que en Nevermind le quedó excesivamente pop. El relevo de Butch Vig en favor de un Steve Albini con menor visión comercial, pero destacado por acentuar la crudeza de los artistas con quienes trabaja dice mucho sobre como pretendía Cobain hacer que su música fuera recordada; más crujiente y descorazonadora que nunca, pero sin sacrificar melodías.

Por crujiente podemos aceptar temas difíciles e intratables como no se veían desde Bleach. La salvaje «Scentless Apprentice» no es lo que hoy día nos encontraríamos en un disco de rock superventas; riffs obsesivos, baterías emponzoñadas, esquizofrenia punk, acoples a tutiplén, ausencia práctica del concepto de estribillo… patrones que se repiten en mayor o menor medida en la amenazadora «Milk It», cuyos momentos calmados provocan escalofríos, una pesadilla hecha canción. Es cierto que escuchando temas como estos, en especial atendiendo a sus letras paranoides, no parece raro que Cobain acabara así, pero eso es fácil de pensar a posteriori.

La verdad que el icono del grunge echó el resto en este disco y se dejó hasta la última gota de bilis. El punk es una influencia notable, pero los referentes de Cobain no eran los del 77 sino otros mucho más cercanos; Flipper, Mudhoney, Melvins… grupos con los que él y Novoselic habían, literalmente, crecido. Así, ponían alto el nivel de paranoia en «Radio Friendly Unit Shifter», le daban sus pinceladas oscuras al hardcore en «Tourette’s» (como ya hicieran en Territorial Pissings) o a los ritmos herederos del ska en «Very Ape», siempre manteniendo el componente irónico bien alto en sus pequeños retratos de una sociedad. Una visión de la humanidad tan negativa como ajustada a la realidad, lo que hace que escueza más.

La rareza es una constante buscada en la mayor parte de In Utero, desde la misma portada, mucho menos concreta y llamada a ser menos recordada que la del bebé nadando a por el billete, pero seguramente encerrando tanta o más significación. Y la rareza en música la evidencian temas como «Frances Farmer Will Have Her Revenge On Seattle», con su adictiva y enfermiza secuencia de riffs que podría interpretarse como el drama de una estrella de rock que tiene dinero, familia y reconocimiento, pero sigue sintiendo un vacío y «añora la sensación reconfortante de sentirse triste».

No podemos decir de «Heart-Shaped Box» que esté entre lo más inaccesible del disco, al menos a nivel musical. Este primer single estará para siempre mediatizado por un impactante vídeo de Anton Corbijn que personalmente creo que reflejaba bien parte del universo retorcido de In Utero y hacía justicia a frases tan poco habituales en un hit single como «ojala pudiera comerme tu cáncer cuando te vuelvas negra». La sucede en el disco «Rape Me», el tema más instantáneo del disco que, con su riff acústico que después explota constituye un guiño directo y malsano a la canción que los hizo famosos para el resto de nuestras vidas. No por obvio se puede eludir que estamos ante uno de las canciones mayúsculas del trío, que pone los pelos de punta con los alternados gritos culminantes.
Por contra de lo expuesto y para nada menos importante, Kurt Cobain se descubría una vez más como un compositor delicado y nos regalaba sublimes perlas de autoayuda en forma de temas relajados y letras llamadas a ser repetidas por una generación que en un alto porcentaje nunca las comprenderá. «Creo que soy tonto, creo que simplemente estoy feliz», reza el histórico estribillo de «Dumb».

Pero al margen de la clara reacción a Nevermind que supone In utero, si algo es de apreciar en la evolución de Cobain como compositor me parece que es una vía que representa el eje «Serve the Servants»«Pennyroyal Tea»«All Apologies». Canciones de vena eminentemente acústica, aunque interpretados en diferentes escalas de semielectricidad y que abogan por dar su toque de suciedad a unos cánones más clásicos y herederos del pop británico. Una muestra de que la sencillez puede dejar sin aire hasta al más puesto y al mismo tiempo, una lograda y contradictoria corriente de sensaciones desde el fatal determinismo al optimismo conformista. Así, parece que Cobain haya exorcizado sus demonios al final de «All Apologies». «All in all is all we all are». No se me ocurre una mejor frase con la que cerrar un legado artístico en clara expansión.

Sin embargo tenía que poner Cobain la puntilla con el bonus track, un tema que oscila entre la desgana indie y el arrebato noise, que podrían firmar los primeros Pavement. Un broche que Albini a buen seguro disfrutaría sonorizando para una banda que se mostraba aún salvaje y superó la prueba de fuego con una aparente facilidad como en contadas ocasiones sucede.

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1 de enero de 1993