Elegir el mejor disco de Nick Cave es algo arduo y complicado, ya que la mitad de su discografía está compuesta por discos muy buenos y la otra por obras maestras (sólo me atrevería a relegar Nocturama a la categoría de buen disco). Dentro de esta media docena de obras maestras, elegir el barco insignia de la carrera de Cave es aún más difícil ya que nos obliga a dejar horas de magnífica música en un segundo plano. Quizá lo mejor sería disfrutar de la música de Cave en general, pero si me viera forzado a tan difícil elección probablemente me quedaría con este demoledor «The Boatman’s Call».
«La Llamada del Barquero» es un disco tremendo se mire por donde se mire. Es uno de esos extraños discos que tienen la capacidad de entrar dentro de tu alma y acariciarla, golpearla o desgarrarla según se tercie. En este caso hay caricias, pero seguidas de un corte profundo hasta la médula. Cave nunca ha sido el tipo más feliz sobre la faz de la tierra y eso se nota en su dilatada carrera, tanto con los lejanos Birthday Party como con su prolífica carrera con las Malas Semillas. Y si además añadimos que por esas fechas se rompía su tormentoso affair con PJ Harvey, podemos justificar entonces el desolado tono del álbum.
Y es que este décimo disco junto a The Bad Seeds (aparecido un año después del no menos trágico y magnífico «Murder Ballads») es toda una oda a la pérdida, la añoranza y el amor en estado más puro compuesta por doce joyas. Cada una de ellas puede ser disfrutada por separado, pero es en conjunto donde producen un mayor impacto emocional. Supongo que para el que domine a la perfección el inglés, el goce será doble pues podrá comprender las letras de Cave (literatura pura, y sigue mejorando), mientras suena la música. Música que merece ser oída muchas veces a lo largo de la vida.
La segunda parte del disco es algo más heterogénea y más proclive en el uso de violines, armónicas y cuerda, creando un ambiente más «rural» en contraposición a la lánguida elegancia de la primera. «West Country Girl», «Black Hair» parecen compuestas en torno a una hoguera, mientras que «Idiot Prayer» es idónea para una tensa espera crepuscular.
En definitiva, «The Boatman’s Call» es un disco prácticamente perfecto, con todas sus piezas en su lugar y con la suficiente calidad como para brillar con luz propia tanto en la discografía de Nick como en el contexto musical de los últimos diez, veinte y treinta años. Un disco precioso y todo un clásico moderno. Y ante esto sólo podemos inclinarnos y dar las gracias.