Quinto álbum de The National y tercer triunfo consecutivo. En estos tiempos donde parece que gran parte de los esfuerzos y la calidad compositiva de una banda se deja en, a menudo, excelentes debuts, para luego ir perdiendo fuerza con los sucesivos álbumes, destaca la pericia de este quinteto de Cincinnati, que comenzó justo al revés, para luego ir creciendo y finalmente asentarse en un envidiable término medio que pocos conjuntos actuales han sabido o podido alcanzar.
Matt Berninger y sus compañeros son probablemente muy conscientes esta situación y de la fórmula mágica que poseen, por lo que este High Violet continua con la senda marcada y contiene pocas diferencias con respecto a Boxer o a Alligator: indie rock reposado, melancólico y oscuro, que se funde con un inevitable aire post-punk más centrado en su vertiente atmosférica que rítmica. Nada que no hayan hecho ya bastantes grupos antes que ellos.
Pero si The National han sabido esquivar las odiosas comparaciones con Interpol (superados desde Antics) y Editors (superados desde siempre) y el aburrimiento del respetable hacia este sonido tan sobado hoy en día ha sido creando, evidentemente, grandes canciones. No hay más truco en la música de los estadounidenses, que parten además de un sonido bastante clásico dentro de su estilo, sin grandes estridencias o salidas por la tangente que los hagan especialmente diferentes a otros grupos del estilo.
La banda lo apuesta, por tanto, todo a las canciones. Y ejemplos de matricula los hay varios en este nuevo trabajo: desde el potente single Bloodbuzz Ohio, hasta dos composiciones como Sorrow o muy especialmente Lemonworld (totalmente escalofriante) que deberían ser hits ya a nivel mundial si la gente no le riera las gracias únicamente a los insulsos de Coldplay. Por el camino tenemos la bella England o la siniestra Afraid of Everyone, que rayan prácticamente a la misma altura, aunque realmente todas las canciones poseen una elegancia y cualidades que las hacen merecedoras de una detenida escucha.
The National vuelven a demostrar que lo que ha funcionado antes no tiene por qué dejar de hacerlo hoy. Por mucho que la música siga avanzando y la crítica y el público babee ante los descubrimientos de propuestas posmodernas como las de Animal Collective, o vanguardistas como la de Fuck Buttons, siempre habrá un lugar para los que recogen directamente el legado de los que vinieron antes y lo continúan con respecto y personalidad propia. Esta iniciativa siempre será bien recibida si se está a la altura, o como es el caso, si en ocasiones se llega a superar.
