Aunque esté feo, a veces hay que congratularse cuando una banda te contacta con sus flamantes primeros temas y ves como, lejos de quedarse en nada (muchas veces pasa) lo suyo va gustando, aparecen más y más conciertos y en definitiva, la cosa crece. Hoy Monkeypriest ya tienen un afianzado nombre en la escena doom-sludge y a la vista de su primer largo, está claro que es algo merecido.
Estos tres primates místicos vuelven a vagar por la ciénaga del metal ralentizado, eso que se ha venido en denominar sludge. Lo hacen abriendo con «Hannuman’s Dance» a ritmo primitivo hasta que la guitarra inventa el fuego y el juego de ritmo y riff tejen una hipnótica danza para meternos en harina. De nuevo golpes secos nos presentan «The World of the Priest» con un riff sabatthico de lo más adictivo, mientras el bajo hace retumbar la gruta. Aquí encontraremos uno de los momentos más briosos del disco pero la desfigurada garganta nos impide pensar por mucho tiempo en bandas de metal más exitosas, así como la absorbente ralentización que alcanza el tema hacia el final, que parece desecar una montaña entera.
La banda ha alcanzado un dominio del riff metálico más trágico y contundente que no hay un sólo tema sin esta clase de gancho. La misma «The Psalm» lo tiene, pero lejos de recrearse en su capacidad melódica, se va por los barrizales del sludge y la voz corrupta. «Capharnaum» tiene un riff más triunfante y en lo instrumental este tema no se enfoca tanto a la lentitud, con mayor dinámica y un juego de batería más cambiante. Un repertorio duro y agresivo que se complementa con la inclusión de «Feast of the Fools», tributo a Cerebral Fix, banda seminal en el cruce de death y thrash, de las acerías de Birmingham, para más señas. Es lógicamente interpretada con la parsimonia diabólica debida ajustándose con ello a su repertorio propio sin dificultad.
Incluso son capaces de salir de la cueva para abrirse a sonidos más limpios, herederos de la melancolía post-rockera en «Involution», antes de sumirse en una gravedad de voz al borde de la arcada e instrumentación digna del mejor sludge. «Our Kingdom (Involution II)» también cuenta con destellos de apertura. No sólo porque efectivamente las guitarras tienen un tono melódico más cercano al post-metal, sino que esas embestidas van acompañadas de la característica voz de Marco (Orthodox) que añade un toque diferencial a las crudas gargantas de los monos. Es, además, su tema más largo y progresivo, recordando incluso a dinámicas épicas de bandas como Cult of Luna.
Total, que el trío ha mantenido el sonido cabezón del EP sabiéndolo perfeccionar y añadiéndole justas pinceladas rupestres para invocar a los espíritus del metal más denso y crudo. Un largo que los confirma como una de las mejores bandas de la escena, destinada a tener predicamento en el extranjero e incluso a sobrevivir a la moda doom/sludge que se lleva viviendo los últimos años.