La carrera de Millencolin puede ilustrarse con una gráfica que muestre una tendencia ascendente de la variable melódica. Fueron probablemente el primer grupo sueco y europeo en general en hacer méritos para mirarse de frente con los californianos inventores del tema. Así, a tantas millas de distancia y con un océano de por medio, Millencolin ocuparon hueco en las estanterías y armarios de la juventud skater de la segunda mitad de los 90.
Tres años han pasado desde el lanzamiento de «Kingwood» y si bien nadie esperaba un regreso al «hardcore» del cuarteto, tal vez sí un regreso con las pilas más cargadas. Más bien al contrario, los de Örebro han estirado al máximo (esperemos) su vena pop, con resultados desiguales. Así, aunque el rock alternativo entra con fuerza y melodía en «Machine 15», esta intensidad no se repetirá más que en la directa «Route One».
Esto no quiere decir nada malo de por sí, solo que la banda va dándonos una de cal y otra de arena. Divierten y mucho los juegos a medio camino de Foo Fighters y el power-pop retro en «Detox», convence el sencillo pop de «Proper World», que podría ser un buen single de Blink 182 y lo mismo puede decirse de «Come On», con toque surfero.
En cambio dejan del todo indiferente con la épica forzada (cuarteto de cuerda incluido) de «Done Is Done», también en momentos algo más punk-rock como «Who’s Laughing Now» y nos dejan anonadados en «Brand New Game», cruzando a Jimmy Eat World y Simple Plan. También de los primeros hay influencia en «Vicious Circle», con una ausencia de inspiración inédita en la banda.
A veces no se sabe bien si lo suyo merece aplauso o abucheo, como es el caso del pop de estadio, «Ducks & Drakes», facilón, pero efectivo. Si que se salva con nota el recuerdo a los viejos Green Day que nos suscita «Turnkey Paradise». Lo cierto es que no me imaginaba analizar un disco de Millencolin citando tantos nombres, pero en su afán por desmarcarse de su propio sonido, lo han conseguido. Lo malo es que recuerdan a muchos, pero a pocos en sus momentos gloriosos y el cierre a lo Manic Street Preachers en «Saved By the Bell» no es excepción.
Millencolin y cualquier grupo que se mueva en su espectro debe aspirar a crear canciones coreables, activadoras, que sin ser ninguna maravilla infecten con velocidad y un estribillo. Machine 15 es prácticamente la prueba de que Nikola Sarcevic y los suyos han sido bendecidos con la melodía, porque aún con todas las pegas el disco merece unas escuchas. Pero tampoco demasiadas.