Lo de Mastodon es abusar. Desde sus inicios han tenido una gracia especial para balancearse en la cuerda floja en esos parámetros que enlazan el metal más embrutecido y vikingo con el rock progresivo tanto en su vertiente más cerebral y técnica como, últimamente psicodélica. A esto último parece le han dado bastante últimamente y no estoy insinuando nada, es que han vuelto más melódicos y proggies que nunca. Con ese equilibrio, han conseguido ser una banda de rednecks que ha ganado parabienes en toda publicación gafapastera cool que se precie.
Bien, ahora las voces guturales se han extinguido en su práctica totalidad, la música toma forma de acid-leradas piruetas o envolventes mantras y nos aleja también un poco de la dinámica de rudos riffs y baterías caóticas. Respecto a la temática, bueno, Mastodon repiten clichés, el espacio, los elementos y la épica histórica, aquí llevada a través de una fantasía ligada a Rasputín. Lugares comunes que sin embargo encierran experiencias vitales relacionadas con la fallecida hermana del batería Brann Dailor o con los excesos del tatuado Brent Hinds.
Pero en definitiva, no son más que lugares comunes para llevarnos al viaje musical más alucinante que el hard-rock nos haya proporcionado en los últimos años. Y es que cómo sino calificar la grandilocuencia de «The Czar». Tras 4 minutos de lenta hipnosis progresiva, toma un giro dramático y metálico para cogernos de nuevo por sorpresa y envolvernos en una espiral progresiva que se apodera de nosotros de una forma que ni Omar Rodríguez en sus mejores momentos y escapa a nuestro control.
La banda, que no es tonta, sacó «Divinations» de adelanto, cuyo salvaje frenetismo supone el momento que más entronca con el sonido que les llevó a la fama. Lo dicho, clásico sonido Mastodon, pero con una inmediatez melódica que asusta, sobre todo cuando a posteriori parece la composición más fácil del disco. El magnificente rock progresivo de «Ghost of Karelia» también entronca en buena parte con la vertiente más técnica y a la vez ensoñadora de la banda, si no fuera por una voz que de poco nos hace mirar si escuchamos Mastodon o un grupo progresivo de menor carga metálica, tipo Porcupine Tree o Dredg.
Sin embargo el disco comienza construyendo una épica y clásica tensión heavy con «Oblivion» que de golpe revela la acentuadísima pasión por la melodía del cuarteto. Y es que las voces son más limpias que nunca, recordando grandes voces que van desde a Ozzy Osbourne a Chris Cornell o Jerry Cantrell, con cuyos Alice In Chains, los de Atlanta siempre compartieron cierta similitud acústica.
En muchos sitios verás «Crack the Skye» definido como un disco de rock progresivo y lo es, desde luego, pero no es un trayecto sin rumbo, tiene paradas muy concretas en el concepto canción, siendo de hecho su disco más logrado en este sentido. Una metáfora puede ser meter en una olla a Metallica, King Crimson y Soundgarden y conseguir que no te salga un pastiche infumable y sin personalidad sino el mayor acierto del rock pretenciosos en pleno XXI.
Pues eso, que la cosa cierra con un tema que según miro en el reproductor dura 13 minutos clavados. Si, los temas de «Crack The Skye» son más bien largos, pero el interés está garantizado en todo momento, de forma que nunca te plantees consultar los tiempos. Así el disco se acabará y ni te habrás enterado de cuando acaba la parte instrumental, de cuando entra el estribillo vocal, de cuando entra el estribillo guitarrístico con la fiesta del riff y del solo, de cuando los coros grandilocuentes, las baterías intrépidas o el groove setentero que crea portales a otra dimensión. Hablaba de «The Last Baron» pero podía estarme refiriendo a cualquier segmento al azar del disco.
En un momento pensé en ni siquiera hacer esta reseña, ya que si bien es uno de los discos del año absolutos, me parece uno de los casos más inescrutables del rock contemporáneo. Y ya se sabe, si se logra explicar la magia, ésta pierde su gracia. Por fortuna creo que no lo he conseguido, así que te tocará descubrirla a ti, si aún no lo has hecho.
Pues eso, que lo de Mastodon es abusar y con «Crack The Skye» no se han cortado un pelo. ¿El disco del año? Un tanto exagerado, pero seguramente gane por varias cabezas en la liga de discos más esperados de rock alternativo en 2009. La banda ha conseguido toda una hazaña, lo que va muy bien con su imaginería. Ya no volverán a ser conocidos como esa panda de tatuados fumetas que hacen ruido y berrean. Vale, lo de fumetas si.