Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala se ganaron la atención de todo fan del rock cuando no contentos con lo conseguido en At The Drive-In mandaron todo al traste para crear un monstruo psicodélico que poco tenía que ver con su pasado. La sorpresa de «Deloused in the Comatorium» dejó de serlo en un «Frances the Mute» más relajado y latino que registró división de opiniones. Con su tercer disco, el dúo parece haber tomado la senda del medio, conjugando temas de impacto y espacio para las divagaciones. Pero para hablar de «Amputechture» mejor hagámoslo en orden. ¿Como diseccionar un disco de Mars Volta de otra forma?
Tras un meditativo y arrastrado comienzo que nos remite a «The Widow», el saxofón da paso a «Tetragrammaton», que arranca deslumbrante sumergiéndonos en el universo enrarecido de la banda, las guitarras punzantes con vida propia y los efectos fantasmagóricos, dieciséis minutos nada menos que oscilan entre las partes de reposada tensión y la excitación de las explosiones progresivas que tanto nos sorprendieron en su debut. Experiencias narcóticas que mutan de forma inesperada donde Cedric nos acaricia y nos vuela los tímpanos con su voz. Eso si, era totalmente innecesario hacer un tema así de largo, pero su impronta ácido-setentera parece un imperativo que les obliga a actuar así. Eso si, los últimos cinco minutos se hacen tan tediosos que una parece que vas a tener que sufrir todo el disco con la misma pauta. Alguno soñará con el estribillo.
Sigue «Vermicide» de nuevo al modo de blues marciano, especialmente por la irreal voz de Cedric. Sus agudos suben aún más en las tesituras funkies de «Meccamputechture», cuyos ritmos parecen envolverte en una espiral que juguetea con el freejazz que se acerca al caos hacia el final. Nada realmente nuevo, lo que no quiere decir malo, hasta que llega la acústica «Asilos Magdalena» que pone los pelos de punta en su clave acústica y taciturna y con una letra en castellano que por primera vez en la historia de Mars Volta, emociona más que hacer gracia. Termina en un descenso a los infiernos a través de la distorsión vocal y los punzantes efectos.
El impacto persiste de nuevo electrificado y vibrante como nunca en la intoxicada «Viscera Eyes», rock directo con cabezona pegada funk adornada con épicos saxofones y haciendo algo elegante del spanglish. Tarda seis minutos, pero la canción tiene un interludio donde se hace muy patente la inconfundible guitarra de su ya clásico invitado John Frusciante que tiene un pequeño duelo con Omar (en realidad el chili pepper tiene un protagonismo casi total en el disco, pero apenas se nota su influencia bajo la batuta de Rodríguez-López). Cedric termina en sus agudos más histriónicos confundiéndose en el magma residual de los instrumentos.
«Day of Baphomets» es otro ejercicio de «cinco-temas-en-uno» que tanto gusta a la banda, aunque esta vez completamente acertado. Comienza con una tormenta de atonal jazz-rock desatado, impacientes percusiones y Cedric cantando con urgencia paranoica. Se palpa la tensión y las encargadas de cortarla son las guitarras progresivas de inquietud punzante. El tema más frenético desde las voces a las palpitantes, cuyo efecto es aplacado en la hipnosis susurrante de «El Ciervo Vulnerado». Otro viaje de una banda que ya se puede decir que tienen un universo musical consolidado y lo exploran sin cansar… al menos a sus propios fans.