Quién iba a decirles a los Manics que iban a tener que esperar hasta el final de los 00’s para sacar su mejor disco desde This Is My Truth Tell Me Yours, su último álbum realmente redondo. Si ya el anterior Send Away the Tigers mostraba aires de recuperación con respecto al aburridillo material lanzado durante el primer lustro del decenio, este Journal for Plague Lovers constata que los galeses aún son capaces no ya de hacer buenas canciones, sino hasta discos notables cuando se lo proponen.
Por la temática del álbum y las declaraciones de sus creadores, parece que este impulso creativo ha venido motivado por la certificación, por fin, de la muerte de Richey Edwards, desaparecido desde hacía 13 años. Para ‘celebrar’ tan triste noticia, Bradfield y compañía decidieron ponerse manos a la obra y componer todo un disco usando únicamente letras dejadas por el propio Edwards antes de marcharse sin dejar rastro.
Es semejante opción lo que más que probablemente ha hecho que este noveno álbum suene bastante a los Manics de principios de los noventa, en homenaje a su antiguo compañero; los que facturaron aquella certera mezcla de rock alternativo, glam y post-punk que los convirtió en una de las grandes bandas surgidas de la Gran Bretaña pre-explosión del brit pop, movimiento al que también supieron amoldarse de forma brillante.
Por tanto, en Journal for Plague Lovers nos encontramos con trece canciones de pop y rock directo, sin apenas espacio para la épica, y marcadas por la inmediatez y el minimalismo (pocos temas duran más de tres minutos y medio) que comenzaron a desarrollar en su anterior álbum. Seguro que Steve Albini tiene algo que decir en este ‘recrudecimiento’ de una banda que hasta hace poco eran casi unos dinosaurios.
La calidad del álbum es bastante homogénea, sin ningún bajón significativo, pero de quedarme con algunos temas optaría por el evidente single Jackie Collins Existential Question Time, la propia Journal for Plague Lovers, la muy punk She Bathered Herself in a Bath of Bleach, o ya tirando por el final, Pretension/Repulsion y Virginia State Epileptic Colony. William’s Last Words sirve de bonito final, con voz del bajista Nicky Wire, el mejor amigo de Richey dentro de la banda, al álbum que debería ser el de ‘regreso’ (ya que nunca se han ido) de una banda tan entrañable como son Manic Street Preachers. Y ha sido tan fácil, y también doloroso, como mirar al pasado.
