“Wakin On a Pretty Day”, tema que abre y se llama casi igual que el quinto álbum de Kurt Vile, dura nueve minutos y medio pero parece a la vez como si fuera un perfecto tema pop de poco más de tres. La lánguida voz, la aún más lánguida guitarra del de Philadelphia, tienen la capacidad de estirar y acortar el tiempo; como sucede en esas interminables tardes ociosas que, sin darnos cuenta, dan paso al anochecer. Vile sublima en esta canción, y por extensión en todo el disco, su capacidad para sonar directo y accesible a la vez que vuelca todas sus inquietudes sobre el folk, el indie y el rock sin cortapisas.
“Wakin On a Pretty Daze” es una especie de disco de espera, de ver cómo pasan las horas pero cayendo a la vez en frecuentes momentos de abstracción y ensoñación que nos hacen perder el hilo de la realidad. Su aplastante cohesión y su mencionada capacidad de amoldar el tiempo hacen difícil no ya apostar por una posible duración del conjunto (setenta minutos) sin mirar el contador, sino incluso averiguar cuánto duran sus canciones; de muy variable extensión – entre los tres y poco minutos a más de diez – pero impacto similar y homogéneo.
A pesar de recomendar la experiencia completa (por si no ha quedado claro, nos encontramos ante uno de los mejores discos de lo que llevamos de año) pueden disfrutarse por separado todos y cada uno de los temas, ya que aquí no hay nada que se acerque ni remotamente al relleno. Así tenemos largos e introspectivos fraseos folk (“Too Hard”), arrebatos de rock coreable (la pegadiza “KV Crimes”), acercamientos a la americana (“Shame Chamber”), momentos de puro pop directo (“Never Run Away”, “Snowflakes Are Dancing”) o más exuberantes guiados por líneas electrónicas (las geniales “Air Bud” y “Was All Talk”). Diferentes matices y variaciones dentro de un estilo ya plenamente asentado pero siempre en perpetua búsqueda.
Y es que el ex-War On Drugs ha llevado aún más lejos si cabe lo ya planteado en “Childish Prodigy” y “Smoke Ring for My Halo” y puede decirse con cierta seguridad que ha conseguido con su nuevo trabajo su obra cumbre hasta la fecha. Su característico ‘brillo’ o ‘pátina’ psicodélica abarca y rodea los temas como nunca, creando una sensación de conjunto y continuidad como pocas veces se percibe en una época en la que muchos discos no saben muy bien por dónde tirar, ya sea por falta de ideas de sus autores o por indecisión estilística. Lo que significa que estamos ya ante un grande contemporáneo.