Viendo el artwork del primer lanzamiento de Killerkume con esa yuxtaposición de gris detritus e impoluta tipografía de líneas rectas, pensamos inmediatamente en ruido. Nos vienen a la mente poradas de Helmet, de The Jesus Lizard, The Melvins, Big Black, Godflesh… bandas que en los 80-90 pusieron diferentes piezas del rock más seco y abrasivo. Algo de eso hay sin duda en estos tres cortes de prolongada duración, aunque sobre todo hay un riesgo y unas ganas de no conformarse con copiar a nadie.
Killerkume son un dúo guitarra y batería. No son completamente instrumentales, pero el papel vocal queda relegado a las gargantas de ambos que diseminan aquí y allá gritos y lamentos sin ningún sentido verbal. Entre los riffs flamígeros y los climas opresivos destacan unas baterías que desafían los conceptos matemáticos para moverse libres y con naturalidad. Así pasa en «Gaitzespen Nagia» que avanza a dentelladas recordando a sus colegas y vecinos Meido pero eliminando la parte más precisa de la ecuación para sustituirla por un aire cercano a la improvisación. Esto también alcanza a las voces, con un halo de aleatoriedad que podría ser desastroso pero que resulta sugerente.
«Aireportu Hustuak» comienza espaciosa y melancólica, con ecos a los Soundgarden más experimentales en la guitarra y aires tribales en la batería. Feedback y melodías, inquietud a raudales, una progresión obsesiva que va frenando su sofisticación para ganar en impacto kamikaze y afrontar una recta final de ruido salvaje. Será en «Karp» cuando más se prodiguen con cierta melodía vocal, muy a la manera de los inevitables DUT y sobre una hipnótica base que lo mismo traza espirales hacia un punto de fuga que alcanza sucesiones de riffs triunfales jalonadas de esa particular expresividad percusiva que les identifica.
Killerkume proponen con este «Trautzer Blaster» un desprejuiciado viaje a la estridencia oscura pensado para ser interpretado en directo. No en vano, así lo han grabado y aunque han hecho un gran trabajo en Estudio Brazil para mantener esa esencia catárquica, se nota que estos aires de improvisación salvaje pertenecen a otro medio. En versión disco parece que los temas pidiesen un mayor asidero, ganchos que hiciesen el trayecto más ameno. En cualquier caso, lo mejor es complementar una cosa con la otra.