Una nueva sensación comienza a asomar en el panorama británico. Se llaman Keane, son un trío y bajo la peculiaridad de no utilizar guitarras, lanzan su debut a través de una multinacional. Sabedores de que tienen todo lo necesario para ser «the next big thing» en las islas, Tom Chaplin ya se ha descolgado con declaraciones acerca de que van a acabar con el reinado de The Darkness, lo cual les aporta la dosis de polémica necesaria que tan del agrado es de los tabloides británicos.
La carta de presentación es la encargada de abrir el disco, Somewhere Only We Know cuyo máximo valor reside en el piano que hace que el tema rebose grandeza. Los primeros referentes llegan pronto a la mente. Y es que, a pesar de la coartada de prescindir de las cinco cuerdas, Keane no son sino una vuelta de tuerca al sonido de Coldplay o Travis.
Otras candidata a rivalizar con «Yellow» es Bend And Break, que contempla también similitudes con los primerizos Radiohead. Pero es importante observar que a pesar de hacer esa utilización emocional del pop tan de moda en UK, compatibilizan la melancolía con el optimismo vital de un modo plausible. O Everybody´s Changing, un punto álgido del disco y segundo single, donde el trío aúna la vertiente más indie del pop inglés con la más comercial, alcanzando una épica similar a la de hits como «Turn» o «Side» de Travis. Como no sólo de pianos vive Keane, aquí observamos un más que patente barniz electrónico.
De hecho el disco recoge algún hippismo vía Chemical Brothers como Untitled 1, un ejercicio de relax que se acerca al chill out a través de ritmos constantes y una susurrante y envolvente voz. Igualmente flower power resulta Sunshine, psicodélica y con cierto aire retro, tan luminosa como su título.
También con un pie en el pasado, en esta ocasión más cercano, se presenta la palpitante This Is The Last Time que se aproxima gracias a sus burbujeos electrónicos a la música de David Gray y también es inevitable el apunte de Robert Smith en ciertos momentos de la voz en esta canción de poso ochentero. Un tono afín muestra Can´t Stop Now, en cuyo sonido Coldplay se cruzan con Robbie Williams.
No cabe duda de que estamos ante un disco notable y agradable de escuchar. Pero la pega la encontramos en ese falso minimalismo que nos han vendido. Y es que si bien cualquier hit de las otras bandas de su estilo puede ser interpretada en acústico, está claro que la mayoría de las de Keane flaquearían si se vieran desprovistas de los arreglos electrónicos y la limpia producción de que hacen gala.