Jimmy Eat World son una banda que desde el anonimato (a pesar de encontrarse en una multinacional y romper su contrato tras 2 discos) saltaron con este, su tercer álbum de estudio y primero para Dreamworks, a la palestra de la prensa especializada. Curioso artefacto este, con el que algunos alucinaron en su momento, mientras recogía el desprecio de otros. En opinión de un servidor es un disco notable y muy fresco, aunque tal vez demasiado fluctuante. A pesar de que para algunos pueda resultar un poco pastel en ciertos momentos, el disco se mueve entre el mainstream y el indie-rock, con notable habilidad.
Bleed American comienza inusualmente potente con uno de los temas más contundentes, el que precisamente le da título, con guitarras metálicas y registros que se acercan al hardcore estilo At the Drive-in, aunque estén más cercanos a unos Foo Fighters mosqueados. Sin respiro aunque con voz más relajada e indie, A Praise Chorus es muy representativa de esa mezcla entre emo y power pop en que se envuelve la práctica totalidad del disco. Como himno de power-pop es también The Middle, donde recuerdan a los Blink 182 más efectivos, aunque con un toque de rock más clásico.
Por otro lado están las lentas, en las que se acercan a las baladas de Goo Goo Dolls, como el ritmo inquieto de Your House, que sin dejar de ser power se adentra de lleno en el emo. Mucho más relajada es Hear You Me, una campanilleante balada emo en toda regla. Un poco a medio camino de las dos se encuentra la lagrimilla de Cautioners, auténtica oda al amor teenager aderezada con grillos electrónicos. A buen seguro que esta producción, en ocasiones recargada, no es muy común en discos de este género. Por su parte, My Sundown cierra el álbum entre susurros, chasquidos de dedos, sonidos oscilantes y coros femeninos, tremenda carga sentimental que culmina en despedida en forma de nana.
El disco trae singles a porrillo y sin olvidarnos de pulidos temas dignos de serie estilo Dawson Creek como If You Don´t, Don´t o los sonidos cavernosos que dan paso a un medio tiempo con guitarras filometálicas de Get It Faster, el auténtico himno es otro. Hablamos de Sweetness, el tema más optimista y pegadizo de los últimos tiempos; facilón, que invita a corearlo desde la primera escucha y de los que tu mente tararea cuando necesitas subirte la moral. Coros, ecos, superposiciones vocales y por si fuera poco una letra que no deja lugar a dudas. Otro gran acierto por romper la tónica del CD es The Authority Song, con coros femeninos incluidos, que por momentos recuerda a los Pixies, y como no, a los ineludibles Weezer cuya sombra planea durante la práctica totalidad del minutaje.
Una vez analizado vemos un disco enérgico cuando debe serlo, precioso cuando toca, muy agradable de escuchar y breve, lo que también se agradece. La composición y sobre todo la producción está cuidada al detalle, pero sin duda su mayor baza es que cada tema es un mundo, con una fusión de estilos limítrofes tan sutil que cuando te das cuenta que esta canción suena a tal o cual, ya estás inmerso de lleno. Claro que esa diversidad corre el riesgo de convertirse en dispersión, pero es algo que de momento no les ha ocurrido. En resumen, emocore con toques poppies, arreglos electrónicos y estribillos irresistibles, apto para todo tipo de públicos.