Que viva la mezcla en el rock, siempre que se haga bien. La fusión del hard-rock con la maestría e intensidad instrumental del jazz dio hace décadas como resultado el rock progresivo, un género que tantos años después sigue evolucionando y dando buenos frutos, ahora más enfocado al noise que al virtuosismo. A grandes rasgos es lo que conocemos como math-rock y es lo que Jardín de la Croix hacen. Y lo hacen bien.
Lo que el cuarteto de Moratalaz nos ofrece son 6 cortes llenos de dinamismo, de entre cuatro y nueve minutos cada uno, canciones en constante evolución y pálpito. Ese que hace imposible no mover la cabeza o los pies a ratos y evadirte a otros mientras lo escuchas especialmente con auriculares. «Polyhedron» sin ir más lejos comienza el disco con un ritmo ágil y obsesivo pero para nada lineal, más bien al contrario con momentos que van desde lo más puramente jazz a la épica casi heavy.
Que no os lleve a engaño lo del «noise». Se trata de un sonido por lo general limpio, meticuloso, con bajo y guitarra creando juegos tan serpenteantes como evoca su portada, donde los riffs distorsionados apenas hacen aparición aquí y en allá, en los momentos donde la tensión de la canción lo precisa. El resto, deleite para el oído domesticado a la experimentación. Y es que cualquiera acostumbrado a Mars Volta, Don Caballero, Hella, Battles, últimos Pelican, etc. reconocerá este tipo de sonidos.
Este peculiar estilo les permite ser muchas bandas a la vez como la elegante banda jazz-rock que abre «Jeese Harding» y la furibunda y desquiciada máquina del ruido que finaliza el mismo tema. En «Suomi» cogen carrerilla y nos atropellan con prodigiosas baterías, elegantes bajos y tal vez los riffs más melódicos (también acústicos) del disco.
La cosa finaliza en «Synaesthesia» otro tema donde el jazz atonal impregna los tempos inquietos creando un resultado raro y elegante, trasgresor a la par que disciplinado. En definitiva temas que necesitan escuchas para dejar poso, pero que al final nos sorprenderá lo capaz que es el cerebro humano de asimilar estos pasajes con total ausencia de melodía vocal.
Una vez más, una banda nacional nos demuestra que no hace falta irse fuera para encontrar calidad dentro de un género tan intrincado como pueda ser el rock de ramificaciones progresivas. Puedo decir sin miedo a equivocarme que Jardín de la Croix es una de las mejores bandas nacionales sin sello discográfico.