HEALTH son una de esas bandas que caen bien. Desde su nacimiento en forma de freaks del noise que se colaron en la fiesta indie, hasta su madurez que les colocó en el nicho del «rock industrial con cosas» han priorizado ciertas partes de su sonido. Por el camino perdieron el apoyo incondicional de publicaciones que les auparon como Pitchfork, pero se han ganado un estatus de culto forjado entre toneladas de remixes, colaboraciones y bandas sonoras para videojuegos. En este trayecto, la banda fue dejando de lado la rareza y la psicodelia para quedarse con un sonido tecnológico y duro, que a veces coquetea con lo sexy, como pasa también con Deftones o Nine Inch Nails.
Justo a NIN recurren en su nota de prensa cuando hablan del disco como un «Downward Spiral para gente con al menos 2 monitores y escasez de vitamina C». Es una definición tan gráfica como apetitosa aunque me temo que ambiciosa de más. Tal vez esto se les ocurriera cuando escribieron «CRACK METAL», con un frenesí industrial afín al de «Wish» de Reznor y cia. A diferencia de esta, se queda en una serie de retazos que no acaba tener forma de canción, algo de lo que sufre a menudo esta colección de tracks.
Lo más fresco del disco son los extremos. Uno es «HATEFUL» gracias a su decidido pulso EBM, un asalto en el que arrima el hombro la productora francesa Sierra y que colea en el industrial cortante de «(OF ALL ELSE)». En similar línea darkwavera y machacona va «DSM-V», otro punto álgido. El otro extremo es «CHILDREN OF SORROW», aunque sería más bien un trampantojo: el que parece ser su tema más heavy metal consta de un riff de apertura tipo Slayer que lleva a un tema 100% HEALTH, con las mayúsculas más merecidas que nunca. Uno de esos temas de los que este disco necesitaba más. Y es que, les guste o no, sin esa parte pop de los estribillos, no son la banda que nos enganchó a muchos. Así, «ASHAMED» con su voz de chicle, sus vibes ochenteros y sus arreglos acústicos, es otro de los momentos más memorables del disco junto al precioso cierre que es «(OF BEING BORN)».
Cabe destacar la colaboración más insigne del disco, con nada menos que Godflesh, algo decepcionante para algo en lo que están involucradas semejantes bestias pardas del industrial. La tónica del track es básicamente una pista de ruido secuenciado con Justin Broadrick berreando por detrás de una línea melódica típica de HEALTH sin llevar a ningún tipo de clímax.
Y es que el elefante en la habitación de «RAT WARS» son los ganchos, las melodías. Sí, la voz nasal de Jake sigue tan dulce y sugerente como siempre, en esa especie de estado perpetuo de narcosis irónica. Pero recordando discos como «Death Magic» y «Slaves of Fear», tan llenos de puntos álgidos, se acusa una sensación de cacofonía en dicha fórmula. Sí, HEALTH han creado una zona de confort en la que casi todos sus temas (los buenos, al menos) se difuminan en una nebulosa. Y se está bien en ella, disfrutando de las vistas, pero comienza a aburrir si no ofrecen temas con gancho a la altura de los de su pasado.
«RAT WARS» es un buen disco que puede atraer la atención de fans del sector más metálico y parece obvio que a este segmento se dirigen desde esa cruda portada. Bien sabido es por bandas tipo Carpenter Brut o Perturbator que aquel es un buen caladero de fans para turistas de la electrónica oscurilla. El problema es que suena potente, espacioso e inquietante, pero no llama a una escucha repetida y tampoco hace el suficiente hincapié en los ritmos bailables para ganar por la parte electrónica. En otras palabras, la obsesión del trío por el cyberpunk bien necesita de una relectura algo más orgánica para reconducirse.