Difícil supongo que ha tenido que ser el proceso de composición de Helplessness Blues para Robin Pecknold, J. Tillman y compañía. Difícil porque tenían como losa el inmenso peso de su debut, una de las obras maestras más incontestables de la última década, y era fácil no ya no lograr crear un producto digno de sucederle, sino caer en el ridiculo al entrar en la comparación. Pero gracias al talento de este creativo sexteto (casi todos tienen proyectos paralelos) y, sobre todo, a una evolución contenida pero coherente, han conseguido entregar un segundo disco que, si bien quizá no alcance las cotas de perfección de aquél, si que las roza en bastantes ocasiones y se ha de convertir, si no lo es ya, en uno de los mejores álbumes del año.
Ante todo, Helplessness Blues es un disco valiente. Si Fleet Foxes era la celebración de la comunión idónea entre el folk y el pop americano, cargado de melodías, estribillos y armonías vocales de ensueño; en esta ocasión han abandonado algo de ese carácter vitalista para volverse un poco más huraños, más complejos, más folcloristas en su vertiente más tradicional si se quiere. Y no únicamente con respecto a la música de su país, ya que acercan su sonido también de manera evidente a los verdes valles de Albión.
Esto quiere decir homenajes claros a Fairport Convention y a The Incredible String Band, sí, pero también otros quizá más velados a Donovan o al mismísimo Nick Drake: canciones más centradas en el cuerpo que en la explosión, en la investigación y recreo en las posibilidades de la riqueza instrumental, en la búsqueda de las normas no escritas que hacen grande al folk anglosajón en definitiva.
Por lo que que partiendo del sencillo-bisagra que es el tema título, el más parecido a lo ofrecido hace unos años, derraman su potencial en piezas de artesanía como son “Bedouin Dress”, “Battery Kinze” o “Lorelai”, ejemplos perfectos de lo que significa el folk en el siglo XXI, hasta llegar a ofrecer su vertiente más de ‘ensayo’ en las duplas “The Plains/Bitter Dance” y “The Shrine/An Argument”; símbolos que señalan hasta dónde quieren hacer llegar en su investigación musical y que puede que estén abriendo nuevos caminos a la par.
Lo que nos lleva a que Fleet Foxes no hacen más que engañarnos: quieren hacernos creer que no hacen nada nuevo, que lo suyo ya estaba totalmente inventado a finales de los sesenta; pero si nos suenan tan actuales como añejos es que algo ahí que se nos escapa. Claro, eso es, que juegan en primera línea y que sus pasos son los que están marcando el devenir del género. Algo que muy pocos pueden decir a día de hoy, sobre todo en un estilo tan dado al anquilosamiento.