Demanufacture supone el apogeo para Fear Factory, la banda de metal industrial que, haciendo bastantes menos concesiones a los singles que otros triunfadores del estilo, han conseguido hacerse un gran nombre entre los metaleros de los 90. Y es que si Rammstein son más accesibles, Rob Zombie más de coña o NIN más experimentales, la etiqueta que mejor encuadra a Fear Factory es clara; unos bestias. Tras el asfixiante debut que supuso Soul of a New Machine, aquí el cuarteto se decanta levemente por la melodía sin que los referentes más cercanos de su música dejen de ser Pantera o Biohazard.
La tormenta industrial comienza con los bombos machacones de Demanufacture, un primer paso hacia la asimilación del estilo de la banda, conjugando la brutalidad con toques muy puntuales de melodía vocal, fluctuando entre el metal y el hardcore y siempre repletos de oscuridad gutural. El martilleo incesante no decae en Self Bias Resistor, sino que simplemente adopta un ritmo menos monótono. Además aquí se nos presenta un estribillo más melódico vocalmente, un estilo muy peculiar que nos retrotrae a ídolos de los 80 (como el propio Gary Numan con quién ya trabajarían en el futuro) fusionando esto de alguna forma con la tradición heavy metal. Atmosférica comienza Zero Signal entre estallidos percusivos a un estilo de thrash-metal espídico y con estribillo oscuro en esa apocalíptica tesitura que Fear Factory dominó. Aquí llegamos a uno de los toques más electrónicos del álbum cuando unas ráfagas de teclados se apoderan por un breve instante de la composición. Con teclado también se cierra el tema, pero esta vez con unas notas graves y pesadas.
Replica es uno de los temas más hardcore del disco, derrocha potencia y ritmo y combina rudeza metálica y melodía en uno de sus más brillantes estribillos. Tras un cierre de la mano de un redoble terrorífico, comienza New Breed, acelerada y a golpe de batería y secuenciador. Una auténtica brutalidad machacona de metal pesado aderezado con las posibilidades de las máquinas. Y es que la percusión juega un tema crucial en Fear Factory y este, su disco más redondo, no es la excepción. Ese manejo frenético y machacón del doble bombo ya es toda una marca de la casa. No me avergüenza decir que Dog Day Sunrise es uno de las canciones de la banda a la que más aprecio tengo, a pesar de ser una versión. Y es que aquí dejan aparcados los gritos guturales para acercarse a unos Depeche Mode más rockeros y tremendistas. Un acertado ejercicio de eclecticismo casi hipnótico que permite a los tímpanos del oyente coger aire en el ecuador del disco para afrontar la embestida que viene detrás.
Y esa embestida es claro, Body Hammer, que comienza con un abrasivo riff y nos hace mover la cabeza al ritmo de un platillo. Un tema de metal extremo que deja paso al ya habitual remanso del acelerado estribillo que también se envuelve en un sutil barniz electrónico. Una nueva batería inquieta abre la estridente Flashpoint, desgarrador tema donde la violencia sonora reina para aparecer un pasaje donde la calidez vocal llega arropada por una sucesión de slaps de bajo. Entre interferencias de comunicaciones comienza H-K (Hunter-Killer), una nueva explosión de baterías inquietas, esta vez con una base envolvente y que pone el toque épico al thrash catastrófico que comparten casi todas las composiciones de la fábrica del terror.
La sensación es la de haber escuchado un álbum brutal que ahonda en el metal extremo surgido en los 80 para, paradójicamente añadirle toques de épica por un lado y de electrónica más bien machacona por otro (aunque para dance brutal escuchar Remanufacture). Un disco que, editado en terreno de nadie, hizo que la escena numetalera bebiese de sus fuentes y sin el que fenómenos como Slipknot no se hubieran originado. Una cima en su carrera que será difícil que superen. A día de hoy no lo han hecho.