Fue en la época de la explosión del sonido grunge desde Seattle cuando nació Dover, allá por los primeros 90. A la sombra de este movimiento, fueron ganando peso poco a poco en el panorama nacional hasta llegar al éxito de Devil Came To Me, del que se llegaron a vender medio millón de copias, cifra insólita para un grupo de rock independiente nacional.
Más tarde llegaron Late at Night y I was dead for seven weeks in the city of angels, que consolidaron a Dover como una banda de calidad y éxito. No obstante, era bastante predecible que pronto llegarían cambios en su música, ya que el sonido característico del conjunto madrileño se empezaba a agotar por motivos obvios.
Ya metidos de lleno en el nuevo siglo, la formación optó por desviarse moderadamente hacia el pop, como se aprecia en este The Flame. Pero ni su nueva mentalidad creativa ni el (casi cutre) artwork del disco daban demasiadas pistas de hacia dónde se iba a dirigir el rumbo del grupo en su posterior álbum Follow the city lights: el pop electrónico más bailable.
El disco que nos ocupa comienza con el primero de los cuatro singles, The Flame: desenfadado y directo, sin más complicaciones que unos pocos efectos de guitarra. 27 years y Leave me alone son los temas que le siguen, con ese cierto aire rebelde melancólico, incluso desgarrado, que ejerce muchas veces de trasfondo en las composiciones de este y anteriores trabajos. Por fin en la vertiginosa My fault encontramos una sonoridad ya conocida en álbumes anteriores.
Mi sombrero funciona como una pausa sosegada entre la anterior y Afterhours, otro torbellino de menos de 2 minutos, pero realmente escaso de ideas. El tono nostálgico, de rabia contenida, que habíamos descrito anteriormente se muestra ahora en su máxima plenitud en Honest y en la hermosa Someone Else’s Bed. Esta última supone una línea imaginaria de separación en el álbum: si el disco acabara aquí, estaríamos ante un conjunto de canciones muy decente. El problema es que llevamos escasos 20 minutos de música, así que a duras penas Dover añaden otros cuatro cortes más, de un nivel ciertamente más bajo, en mi opinión.
El primero de ellos es Die for Rock & Roll, que quizá pueda salvarse de la quema, pero desde luego On my knees y One black day son bastante flojas. La media hora de disco se cierra con All my money, una canción que, de tener letras en castellano, bien podría haber sido firmada por un grupo en teoría mucho más dulzón como Amaral, y seguro que alguna otra composición de este trabajo también.
Podemos resumir la idea de The Flame como un álbum notablemente más escaso en tintes rockeros que los anteriores, que tira bastante a la nostalgia resentida, con canciones más o menos buenas hasta cierto momento. Ni las guitarras ni la característica voz rasgada de Cristina Llanos suenan tan potentes como en creaciones anteriores, posiblemente en busca de cambiar el chip hacia un disco más directo y simple. Aunque tal vez Dover nunca fueron mucho más allá de ahí.