Guitarrista de los extintos Slint, miembro de los influyentes Tortoise, bajista con Royal Trux, colaborador de Will Oldham y Mogwai, batería de King Kong, y ex guitarrista del proyecto del mesiánico Billy Corgan, Zwan. Con este currículum se nos presenta David Pajo, juntamente con Jim O’ Rourke, uno de los músicos underground norteamericanos más activos de los últimos años. Después de esconderse tras los pseudónimos Papa M, M (a secas) y Aerial M, y facturar (excelentes) discos con regustillo al post rock de Tortoise y Mogwai, decide destaparse de innecesarias máscaras para ofrecer un disco firmado con su nombre y llevando por título su propio apellido.
Esta nueva reencarnación, no es aleatoria, ya que es sin duda su disco más íntimo y personal de cuantos ha hecho. Abandonando la etapa más post rockera y continuando la estela más folkie de su excelso Whatever, Mortal, ahonda en su interior para entregarnos una colección de canciones que son hasta ahora (según el creador) “lo más personal” que ha hecho nunca.
Armado con una guitarra, su susurrante voz y un sintetizador, nos entrega diez canciones sencillas en sus formas, pero complejas en su interior. No hace falta más para tocar la fibra sensible de los más duros. Empezando con los primeros abatidos acordes de Oh No No y la campestre High Lonesome Moan nos mete en situación con ecos a Elliot Smith, poco a poco esa nostalgia va calando con la sobriedad y convicción que desprende todo el trabajo de Pajo. Las etéreas Ten More Days (con delicadas percusiones) y Manson Twins no nos dejan escapar de esas imágenes en nuestra mente: ramas otoñales, atardeceres en campos, soledad, ventanas que transpiran libertad… War is Dead (¡Cuanta razón tiene el músico de origen filipino!), Baby Please Come Home y Icicles vuelven a arremeter con algo de más energía pero siempre fieles al folk psicodélico, a las voces filtradas y a los arreglos hipersensibles ambientales. Mary Of The Wild Moor nos desacelera con lentas pulsiones evocando inviernos grisáceos y noches en vela mirando la luna. Seguidamente, en Let Me Bleed, Pajo se desdobla nuevamente en Elliot Smith para sangrar lentamente sus penas para finalmente, despedirse con la sutileza de la aureola electrónica de Francie.
Un álbum que constata los horizontes por descubrir del talento de un músico, muchas veces en la sombra, que ha logrado salir del ostracismo con un disco maduro y sobretodo, extrañamente humano.