Tercer disco de Damien Jurado junto a Richard Swift, y tercer éxito de crítica tanto de prensa como de público para el trabajo del de Seattle. Con la perspectiva que da el tiempo parece poder afirmarse que sin ningún tipo de duda el afamado y peculiar productor salvó en 2010, por decirlo de algún modo, la quizás algo estancada carrera del genial cantautor norteamericano.
Pero como todo en esta vida, ¿puede que la relación musical entre productor y músico esté empezando a dar síntomas, aunque sean mínimos, de agotamiento? Sin que sirva el planteamiento de esta pregunta como sentencia que baje del notable a éste “Brothers and Sisters of the Eternal Son”, lo cierto es que aquellos aires sixties y psicodélicos que imprimió a su música la aparición de Swift, inevitablemente ha perdido algo de su frescura y capacidad sorpresa. ¿Quiere decir esto que quizás un cambio futuro le vendría bien a su música? Seguramente no. Y es que como bien ha declarado Jurado, si por él fuese grabaría toda su música de aquí hasta el final de sus días con el en otros tiempos productor de The Shins o Stereolab. Muy probablemente, tratándose de dos mentes como las que hablamos, el resultado siempre será positivo.
El problema, por llamarlo de algún modo, quizás sea entonces nuestro, y tenga más que ver con el hecho de habernos acostumbrado a un nivel tan sobresaliente como el logrado en “Maraqopa” y “Saint Bartlett”. Y es que “Brothers and Sisters of the Eternal Son” es un disco redondo, perfectamente ejecutado, y con trama conceptual incluida que se sitúa justo al terminar el viaje que ya inició el protagonista en “Maraqopa”. Muestra por lo tanto a un Jurado introspectivo en esa búsqueda de uno mismo que nunca cesa a lo largo de nuestra existencia, y nos enseña de nuevo las entrañas mismas de uno de los artistas más personales y sinceros del panorama folk actual.
Quizás el nivel de las canciones no es tan elevado en su conjunto como en obras anteriores, ganando ya definitivamente la partida las atmósferas y las cadencias fantasmagóricas, y consiguiendo con ello algo de descompensación respecto a los ratos más accesibles. Con todo, volvemos a encontrar un buen puñado de gemas de belleza extrema que tienen su máxima expresión en “Return to Maraqopa” o “Jericho Road”. Los teclados espaciales, las percusiones delicadas y los arreglos orquestales pueblan una obra que como siempre bebe de las mismas referencias, léase Drake, Young, o cualquier genio de los sonidos desnudos de hace cuatro décadas hacia atrás. Y nuevamente habrá sitio por igual para los amantes de piezas íntimas de ésas que Jurado interpreta descalzo acompañado sólo por su guitarra (“Silver Joy”), como para los que gustan de canciones que solo con banda completa podrán alcanzar en directo las cotas de genialidad que encontramos en su grabación de estudio (“Silver Donna”).
Jurado sigue su camino, ése que lleno de historias y canciones le acerca bastante a menudo por nuestras tierras. Ahora que parece haber encontrado su lugar en una cima artística en la que se encuentra tan cómodo, sería buen momento para pedirle que la dosis de sorpresa perdida en el estudio, la remplace por un directo que represente sus últimos cinco años de forma más semejante a la que disfrutamos en casa con los cascos puestos.