Con su segundo EP puesto en bandcamp y como libre descarga, no nos cabe duda que Los Cuatrocientos Golpes son un grupo que pertenece de lleno a una nueva era para la visión musical. Apenas un año después de hacer circular sus primeras canciones de la misma forma, los castellonenses parecen ir definiendo su propuesta. Y lo hacen rotundamente hacia el metal, la densidad y la oscuridad. Si antes había ecos más que patentes del rock alternativo e incluso del hardcore melódico, aquí la cosa se enfoca mucho más hacia el metal en sus variantes stoner y sludge sobre todo.
High On Fire, Mastodon o incluso Kyuss parecen ser algunos de los totems que juegan aquí. Es un objetivo demasiado elevado el imitar a estos pesos pesados, pero de lo que sí son capaces es de mezclar maléficos riffs y atmósferas pesadas con remansos que huelen a psicodelia y tímidamente a jazz. Esto sucede ya en la inicial «Pulsar», donde lo prototípico y lo sofisticado se dan la mano. Tal vez sea la voz la nota más discordante: se ha amoldado mucho al nuevo tono más negro de la música y alterna la melodía con el desgarro sludger pero no parece del todo acomodada. Su camino más viable parece ser tirar por la brecha del stoner, ya que las partes de mayor afección melódica chirrían y algunos guturales no suenan convincentes. Sabiendo que viene de tesituras más melódicas, el cambio es notable en todo caso.
Muy propios de lo más oscuro del género desértico son los guitarrazos de «La Horda», que juegan a diferentes velocidades. «Nébula» tiene un toque de thrash ochentero, algo tal vez alentado por un sonido casero y fraguado por la propia banda, aún con todo bastante meritorio. Aquí resulta difícil no escuchar en la voz a un discípulo levantino de John García y es de hecho el tema en que la voz mejor empasta con la música, quizá por seguir una linealidad más coherente sin dramáticos cambios de registro. Esto sucede mucho por contra en «El Día de Tentáculo», tal vez también la más intrincada a nivel instrumental. Machacona no obstante, con riffs a trompicones y sin embargo con una línea melódica vocal más que pegadiza.
De nuevo «Implosión» cuenta con un entorno musical bastante thrasher y voces de la ciénaga mezclada con partes más alternativas y estribillo punk-rocker. El final, como cualquier disco de heavy metal que se precie, clásico o moderno, viene marcado por un tema reposado y épico. En este caso «Nube de Oort» con sus arreglos orquestales y voz más limpia aunque rasgada, nos suena a medio tiempo post-grunge con toques progresivos, como bien acaban demostrando los arranques a lo Tool emponzoñados que se arrecian con furia al final.
La evolución del cuarteto hacia el metal descoloca en un sentido neutro; no es algo bueno ni malo en sí. Pero ahora les toca hacerse un hueco en un género con mucho más predicamento que el del rock alternativo, pero también con más competencia. Dentro de ese terreno, sus movimientos más arenosos funcionan mejor que los crepusculares, especialmente en cuanto al tratamiento vocal, así que esperamos que la cosa derive por el rock y el metal psicodélico más que por los coqueteos con subgéneros más extremos.