La escena punk-metal más salvaje está de enhorabuena. Converge, banda que lleva trece años dando de que hablar en los terrenos en que el hardcore colisiona brutalmente con el metal, regresa tras el influyente Jane Doe (2000). Y el cuarteto de Boston lo hace con una nueva dentellada oscura y abrasiva, que lanzan desde su actual refugio discográfico, Epitaph.
Este Apocalipsis en forma de disco lo abre una intro atmosférica que es First Light, tras la cual la banda ataca el hardcore visceral pero inteligente donde la velocidad y los gritos se alternan con pasajes melódicos y siempre retorcidos. Eso es Last Light. Un sonido que bien es acompañado por desgarradoras letras aunque con un toque esperanzador: «This is for the hearts… still… beating». Una luz de esperanza que también brilla en el hardcore veloz y de estructura variable que se escucha en Hope Street.
Black Cloud abre un tercio más grindcore, cercano a las locuras de Dillinger Escape Plan, con ritmos hardcore, thrash e incluso death y estallidos de batería que dejan sin aliento. Drop Out por su parte comienza frenética, ruidosa y atropellada. Sus guitarras irritantes y punzantes y sus desesperadas voces hacen de él un tema brutal que ríanse de Slipknot.
In Her Shadow supone un atisbo de progreso y melodía en la pulverizadora música del cuarteto. Es un corte marcado por una guitarra acústica y unos ecos sobre los que Bannon canta y susurra en vez de gritar. Para contrarrestar, dos cortes escuetos retornan a los patrones inmisericordes del hardcore metal; la chillona Eagles Become Vultures con sus cambios de tempo y riffs ralentizados y Death King, más salvaje y cercana a los pantanosos terrenos del death como el título apunta. Otros temas como In her Blood aportan al crudo desgañitamiento una estructura y riffs con tintes de hardcore de vanguardia al estilo de unos Snapcase lúgubres y metálicos.
Algo más post-metal son los sonidos de Heartless o You Fail Me cuyo dañino riff es preconizador de lo que despliega. Un tema lento y enrarecido, una atmósfera asfixiante y unas voces graves y decadentes, trayendo el infierno a la Tierra al estilo que han seguido bandas como Isis. Y es que la tensión y profundidad instrumental que aportan al hardcore es una de las marcas de la casa del disco, que bien ilustra también Hanging Moon, el grave corte que cierra.
Un nuevo logro en la dilatada trayectoria de una de esas bandas que hace unos años eran pioneros y ahora son ya clásicos de un género que han contribuido a definir. Algo de lo que los seguidores de los sonidos más extremos y de todo aquel que quiera llegar un poco más lejos en cuestión de hardcore y metal, estarán contentos de oír. Mención especial requiere el artwork, obra de su ultratatuado vocalista y frontman Jake Bannon, que no puede ser descrito sino como hiriente a la par que elegante.