Rara avis en la escena musical, El Columpio Asesino apareció como promesa hace unos años ganando un concurso para tocar en Bennicassim. Pronto se descolgaron de esta hipotética faceta de triunfitos flequilleros con un disco de esos que reflejaba el imaginario pop con maneras punk. Lo que debería ser el indie, vaya. Lejos de adocenarse, su segundo disco más descarnado y descarado, llega bajo el morboso nombre de «De Mi Sangre a Tus Cuchillas», dedicatoria que Alejandro Jodorowsky les hizo al firmarle un libro a su cantante y batería.
Siempre teniendo muy presente el post-punk (sin tono peyorativo), la banda escupe estupendos cortes que funcionan como singles dañinos con letras no aptas para las masas, entre graciosas y espeluznantes. Así ocurre en la truculenta historia de sexo de laboratorio de la espasmódica «Edad Legal» o las pesimistas aunque irresistiblemente bailongas reflexiones de «Floto», un par de canciones que ya justifican el disco.
Pero El Columpio Asesino ya trazó en su anterior obra unos parámetros básicos, aunque difusos, que vienen a desarrollarse aquí. Es el caso de «El Regreso del Evangelista», su particular bienvenido mr marshall a iconos del mundo unilateralmente globalizado como Britney Spears, MacDonalds o Bush. Casi todo es estremecimiento, fealdad, vertiginosos saltos entre canciones donde la abstracción más alucinógena se mezcla con la crudeza más dolorosa. Irreverente como nada en el indie nacional es la referencia bíblica «Lucas 44-48» surcada por sintetizadores y con unas letras de sexo y escatología que pueden ofender a mentes puritanas.
Ni tampoco se olvidan de su cara más ruidista. El inglés es utilizado con profundidad en «Pacífico», mientras que el título «Sintetizadores Sobre Motos y Guitarras» lo dice todo acerca de un tema que podría ir en el próximo y previsible retorno a la electrónica de Primal Scream. Lo mismo podría decirse del último y excelente corte, «¡ahah!», que recoge lo mejor de esa faceta guitarrera que enorgullecería a sus admirados Pixies con unas letras lascivas que ya son marca de la casa.
Más difícil y oscuro, «De Mi Sangre A Tus Cuchillas» hace más incómodo ese art-punk sin prejuicios del que hacían gala en su debut del imperdible dorado. Un disco de zorras, perros, calenturas, sexo sucio, anorexias, sangre y vómitos que queda entre lo mejor del año.