Black Horde son una banda de rock n roll con marcado carácter sureño y americano. Pero no vienen de aquel continente sino de nuestro país y de una ciudad, Gijón, no precisamente meridional. En sus cortes se mezcla el southern rock engullido y regurgitado con velocidad punk-rock, con los momentos más afines al blues-rock de géneros como el hard-rock, el grunge o el stoner. Así no es de extrañar encontrarnos una ensalada de ecos e influencias que vienen paradójicamente a atestiguar que el power-trio no trata de imitar a nadie sino de hacer el rock que sabe, con fuertes herencias blues.
Comencemos con ejemplos, «Abracadabra» y «009» con su mezcla de baterías personales y melódicas voces nos recuerda al universo de Queens of the Stone Age y Masters of Reality. No será la única influencia próxima a ese rock estadounidense con sabor desértico de los 90. Clutch nos parece una banda muy en su onda al escuchar «Boogiedriverman» o muy especialmente el groove bluesy de «Mouyou».
A nosotros nos suenan a eso y no podemos evitar ver ecos de Soundgarden en «Alligator Skin» o hasta de los Metallica del Load en «Borderline Blues». Pero hay que cavar más hondo para ver como Black Sabbath, Motörhead o ZZ-Top tienen su cabida en el frenético vehículo de los gijoneses. Al fin y al cabo el suyo es un estilo complicado de determinar en cuanto a fecha de invención pero sin duda cabe definirlo como hard-blues-rock y temas como «Metal Woman» o «Never Sold His Soul» dan fe de esa esencia directa y que bebe de tantos clásicos sin dejar de sonar contemporáneo.
Un disco en definitiva sobre el que hablar de más sería no hacer justicia a su estilo rotundo y a piñón, lleno de historias de mujeres fatales, alcohol, carretera y pactos con el diablo entre los que hasta cabe algún toque de spanglish. Ellos no se van por las ramas y nosotros tampoco.