Pupilo Records está creciendo. Sólo así se explica que el sello, que apenas cuenta con un año desde su creación, haya trascendido su inicial linea de indie y post-punk de una forma tan rotunda con sus nuevas distribuciones. Una de ellas es la de Big Strides que definitivamente se mueve en ambientes americanistas, a pesar de su procedencia londinense. El trío hace un rock melódico de raíz blues ideal para cualquier garito del sur de los USA, con armónica incluida.
No hablamos de americana, hablamos de algo mucho más bailable y funky, aunque siempre manteniendo el espíritu del indie-rock. Pero lo que les diferencia de esta última etiqueta es el fenómeno hype, del que Big Strides nunca han formado parte, pese a contar con buenas críticas en los medios musicales más prestigiosos. Tal vez el nexo más importante que puedan encontrar con la escena de su país son el también trío Little Barrie, otros ingleses de espíritu americano.
De hecho tan descontento está Marcus O’Neill, voz y guitarra de la banda con el panorama musical de Reino Unido que dedica uno de los momentos más tensos a la crítica del según él repetitivo pop inglés que dan por la radio constantemente. Hablamos del agresivo blues-rock de «Breakfast». De todas formas la línea general es más templada y destinada a la diversión y así comienza el disco con el rock garajero donde el ambiente sureño y funky se entremezclan.
Para ser sinceros, si bien la música de Big Strides supone un agradable respiro entre la oleada de bandas inglesas cortadas por el mismo patrón, tampoco es nada rompedor. Eso si, podemos quedarnos con temas de la energía punk-bluesy de «Sing To Me», momentos funkies de doble bajo como «Let’s Get Nice», el indie nervioso de «Smiling», acercamientos a los bailes de salón como «So Long» o a la diversión de imitar a los clásicos del delta del Missisipi de «Do It Again». Pero también tienen momentos para el relax como el sentido country de «What’s Wrong With Lucy?», la seductora «Sour Cream» o la placentera «Joys of Spring».
El problema es que no todos las canciones (16 son demasiadas) están a la misma altura. Y no es realmente porque las haya realmente malas, sino porque el balance total termina por transmitir una sensación de que el esquema se repite, aunque se esfuerzan en alternar momentos más movidos con baladas. Otro punto flaco del disco es que Oneill se debate entre cantar como un adolescente inglés enfadado o una venerable leyenda del blues, algo que redunda en que la propuesta a veces resulte poco creíble.
Hay muchas influencias y ecos en este disco de Big Strides tales como Red Snapper, Big Soul, Cake, Archie Bronson Outfit, Spin Doctors, Jon Spencer Blues Explosion, Cracker, Red Hot Chili Peppers o incluso los Arctic Monkeys. No se puede decir que suenen realmente a ninguna de estas bandas, pero es una lista lo suficiente ecléctica para darse cuenta de que el toque tradicionalista del trío no debe confundirse para nada con purismo. Y es que Big Strides anteponen la diversión a todo lo demás, pero no lo consiguen del todo.