En su segundo álbum bajo su propio nombre, Benjamin Schoos sigue transitando sobre la senda marcada por su debut “China Man Vs. China Girl”. Sí bien es verdad que en su obsesión por crear aires preciosistas y elegantes pero modernos que revitalicen la chanson no consigue deshacerse de la larga estela de Gainsbourg (tampoco creo que lo pretenda); tampoco es descabellado compararlo con proyectos situados al otro lado del Canal de la Mancha como Tindersticks o The Divine Comedy, o mejor dicho Stuart A. Staples y Neil Hannon, en su intención de darle nueva lustre a la figura del gentlemen en la música.
En esta ocasión, el belga ha virado algo más el timón hacia los arreglos sintéticos de su música, aquellos que suelen adornar sus melodías pero que ahora cobran mayor relevancia a la hora de crear atmósferas que se mueven entre los kitsch y lo espacial; sensación que muy bien refleja la portada del disco: un cartel que tanto podría anunciar una película de serie B de los años cincuenta, con su cohete, su moto lunar y su paisaje extraterrestre, como una atracción de alguna exposición universal. El título, ya sea para un caso u otro, revelador: “Beau Futur”.
Así, Schoos destila un exquisito gusto por el retro-futurismo, por aquellas utopías soñadas hace cincuenta o sesenta años, que hoy han quedado para el disfrute vintage. Canciones como la inicial “Des lustres”, con esa intro que mismamente parece la sintonía de comienzo de alguna oscura serie ci-fi de aquella época, o joyas como “Visiter la Lune” o la propia “Le beau futur”, que parecen oscilar en torno a las ideas de viajes espaciales y futuros mejores.
Por otro lado, vuelve a haber profusión de colaboradores que aportan colorido al conjunto. Laetita Sadier (Stereolab) repite con el artista en el evidente single “Une dernière danse”; April March participa en la encantadora “J’ai essayé de t’aimer”; o el Zita Swoon Stef Kamil Carlens que aporta un toque anglosajón con “Daddy’s Gone in the Mine”. Incluso hay espacio para el castellano en la extraña “La vuelta del Doctor Amor”, en la que Miqui Puig sorprende con una especie de spoken-word progresivo.
Pero en el fondo y como apuntaba al principio, a pesar de tantas voces y arreglo electrónico, “Beau Futur” es un disco de sabor clásico, en el que destacan canciones grandilocuentes como “Le cascadeur” o “La grande aventure”. Dieciséis cortes, muchos de ellos meros interludios que acentúan el tono fílmico y conceptual, de los que siendo francos igual sobran unos cuantos (no muchos), pero que en conjunto configuran una especie de hilo musical para un reconfortante viaje en crucero estelar en clase VIP, con chaqué y Martini en mano. El futuro a ojos de Benjamin Schoos, con frecuentes miradas al pasado.