Cuando un artista que parecía tener el rumbo perdido vuelve con un disco como «Modern Guilt» no se puede sino celebrarlo. Errático era sin duda el trayecto que Beck había emprendido con «Guero» y «The Information», perdido en algún terreno nada bueno entre el ansia de vanguardia y repetirse a sí mismo que no funcionaba por ninguno de los dos lados. La sensación que transmiten los 10 breves cortes de esta nueva entrega es tranquilidad, parece que Beck se ha dejado llevar, siempre con la ayuda de Danger Mouse y es por eso que nos remite a épocas pasadas, a buen pop y rock de siempre pasado por un tamiz actual, pero sin pretensión de vanguardia.
Para entendernos sólo hay que ponerse el single «Gamma Ray» después de escuchar algún disco de la primera época de R.E.M. y notar el parentesco de esos ritmos básicos, desnudos, con aire surf aquí, que crean un tema trepidante. No, Beck no se ha pasado al post-punk, pero el baile dominado por el bajo está muy presente, también en la más sintetizada «Youthless», temas divertidos de los que el artista no debería nunca prescindir.
En realidad el disco por breve y directo no deja hacer gala del espíritu caleidoscópico de Beck, en lo que se refiere a tocar todos los palos que pueda, si acaso esta vez el hip-hop queda prácticamente borrado de su pizarra en favor de un rock n roll psicodélico emparentable con los Queens of the Stone Age más pop. Y eso que la colaboración que supuestamente hizo con Homme para el disco quedó fuera, pero alguna idea se quedaría para los riffs de «Soul of a Man», que parece escapada de unas Desert Sessions. En esta onda altisonante y saturada van también «Profanity Prayers» y la propia «Modern Guilt».
Y es que precisamente la psicodelia es la que imbuye todo el disco, el nexo común que va desde el rock o la celebración de los Beach Boys de «Orphans», hasta el gaseoso drum n bass de «Replica» o la recreación del sonido TV On The Radio de «Walls». Y bueno, si la nueva concreción pop de Beck me entusiasma, no hay que dejar de decir que casualmente sus dos temas más largos me seducen increíblemente. El derroche de lisergia de «Chemtrails» que va desde el pop psicodélico a la orgásmica explosión progresiva final haría salivar a John Frusciante, mientras que el medio tiempo «Volcano» erizará el vello a todo creyente del «Sea Change».
Incluso si no le viste ningún atractivo al ruido de «Mellow Gold» o la imposible mezcolanza de «Odelay!», podrías considerar darle una oportunidad al Beck de «Modern Guilt». No digo que sea mejor que aquellos, pero probablemente resulte más adecuado para no complicarse la vida, tumbarse en la cama y disfrutar.