En el 2003, el bizarro bajista G. Stuart Dahlquist ( Sunn O))), Goatsnake y Burning Witch) decide conjuntamente con B.R.A.D, batería de Burning Witch, formar un proyecto con el enigmático nombre de Asva. Rápidamente se unieron Billy Anderson y John Schuller a las guitarras (Tribes of Neurot y Master Musicians of Bukkake respectivamente), Troy Swanson (Mabuse) al órgano, Jessica Kenney como cantante (Gamelan Pacifica) y el incombustible Trey Spruance (ex Mr Bungle, Secret Chiefs 3) como guitarrista y encargado de los samplers. Anderson, curtido en la producción de Sick of it all, Melvins, Fantômas y otras bandas de sonido subterráneo, se encargó de llevar a cabo la producción del por ahora único álbum del grupo, Futurists against the oceans.
Encuadrar el disco dentro de las tendencias musicales puede resultar complicado, aunque quizás la etiqueta que se les ha adjudicado de fe de su perturbador sonido. Funeral Doom Metal, aunque remarcando, que no hallamos ningún tipo de voz gutural ya que Jessica Kenney confiere una aureola indescriptible a diabólico sonido del grupo. El álbum, bebiendo del prog rock, se divide en cuatro largas canciones todas ellas perfectamente unidas en las tinieblas.
El camino al Hades empieza con Kill the Dog, Tie Them Up, Then Take the Money. Este primer corte con cierto regusto a Sunn O))) pero más accesible, encontramos una cegadora oscuridad en su extenuante rítmica pesada y decadente. Aplastando sin piedad con monolíticos riffs al inocente oyente que se adentra en el disco, lo deja en un estado perfecto para ser absorbido por la etérea Zaum, Beyonsense, de aire atmosférico a la par que tenso. Después de dos temas instrumentales de fuerte calado emocional, se nos presenta Fortune, donde la voz de Kenney hace acto de presencia devorando esperanzas y sueños. Tema no apto para gente susceptible, entre la malsana y susurrante instrumentación y la voz de Jessica, la desolación y el miedo merodearán dejándole abatido y hundido. Si aún se resiste, será rematado por la larga y dolorosa despedida con el nombre de By the Well of Living and Seeing. Con la rítmica densa, fúnebre y enfermiza que hace gala todo el minutaje del disco, la melodía se arrastra lentamente para solo al final mostrar un pequeño (pequeñísimo) hueco a la esperanza.
Para ser sinceros, escuchar el disco no es una agradable sensación. Inaccesibles y depresivos, su escucha no te alegrará el día. Cada segundo el oyente es instado a apagar la cadena y sacar ese disco que tan mal cuerpo le deja. Las texturas y la gran instrumentación, generan una sensación general de malestar difícil de apaciguar. Aún así, si consigues aguantar podrás “disfrutar” de esta demoníaca joya musical, que es sin duda un gran disco. Y es que la música no es siempre solo para bailar y entonarla con cervezas al aire.