Desde siempre nos hemos fiado de los medios para que nos orienten sobre qué ver, que leer y qué escuchar. No por todos, por supuesto, pero si por aquellos de nuestra confianza, una vez localizados los que dentro de lo malo, más parecen representarnos. Desde la aparición de Internet y la invasión de los discos a granel, el fenómeno de las listas del año tienen un potencial de mayor utilidad. La variedad es tan arrolladora que estas particulares selecciones deberían efectivamente orientar de alguna forma a quién no tenga tiempo o ganas de escuchar todos los discos que salen al año. O sea, a todo el mundo. De esta forma todos podríamos nutrirnos de las listas ajenas, tanto personales como de publicaciones especializadas, sea cual fuere su soporte. Sin borreguismos.
Por esto, no podemos sino apenarnos de los fenómenos seguidistas de los que somos testigo. Este año la cosa ha sido especialmente frustrante al encontrarnos ciertas entradas casi omnipresentes. Un ejemplo: LCD Soundsystem. El segundo disco del neoyorkino James Murphy protagoniza uno de los casos más acusados de «inflación mediática» con un trabajo que en ningún caso eclipsa ni revoluciona, pudiéndose incluso decir que escuchado del tirón, aburre.
Si el caso del nuevo ‘pope’ del electropop americano es algo que se veía desde lejos, mucho más inquietante es lo de Panda Bear, un nombre que ha salido del más oscuro anonimato para convertirse en el totem indie que es encabezar las listas de Pitchfork (y automáticamente del resto de medios true-gafapastiles). Los que quieran ser próximos protagonistas de este fenómeno deben estar atentos a las tendencias de 2008. Puede que los nombres de animales dejen de pegar fuerte en favor de plantas, hongos o nombres compuestos que incluyan algún estado norteamericano.
Lo más gracioso ocurre cuando este tipo de panfletos de lo ‘cool’ son capaces de integrar en esta nómina de ilustres del año a todo unos High On Fire o Pig Destroyer, mírales que eclécticos que no se les caen los anillos escuchando metal. Eso sí, de términos medios nada (no, el de Biffy Clyro sólo triunfará en Kerrangs y Rock Sounds), sólo géneros auténticos. O en su defecto pastiches indigestos y de dudoso gusto estético como el de M.I.A. Todo sea por el toque exótico.
Otra tendencia que mola cada vez más es el urban y el rnb que, con ayuda de ciertas publicaciones, están consiguiendo penetrar en el universo indie. Y no hablamos solo de propuestas que brindan calidad (que las hay). A estas alturas cualquier cosa que grabe Jay-Z o el antiguamente repudiado Justin Timberlake mola. No preguntéis por qué, es así, dogma de altura casi bíblica. Ah, y olvidémonos de los devaneos pianísticos de PJ Harvey, Rihanna es la nueva ídolo del mundillo indie.
Seguramente patine y sólo vea la paja en el ojo ajeno, pero siempre he intentado que esta web no caiga en esas mismas trampas, ni las del indie más recalcitrante, ni las del hard-rock/metal más cerrado en sí mismo. De hecho la lista de feiticeirA ya está aquí y aunque evolucionamos, parece tan impura como siempre. Y si a alguien le sirve como referencia, genial. Se me ocurre que podríamos enviársela a alguna revista/webzine para ayudarles a bajar a la tierra.