Arrancaba el Wintercase con una gira de presentación que eclipsaba el resto de su programación (más aún antes de confirmarse Spoon con Explosions in the Sky). La de Bilbao era la última de las cuatro citas en las que el público iba a tener oportunidad de ver a dos iconos musicales como son Jason Pierce y Mark Lanegan haciendo algo diferente y que probablemente no se repita, lo cual otorgaba un valor añadido especial.
La noche empezaba aún con la sala bastante vacía con unos teloneros de última hora, dos miembros del grupo catalán Mishima que pese al riesgo de salir a abrir para caprichosos proyectos de estrellas del rock consiguieron hacerse notar. Tal vez sea hora de que, ya que Barcelona es la capital del indie, el pop-rock en catalán cobre protagonismo. Presentaron sobre todo temas de un disco aún por editar, con un guitarrista sentado poniendo el colchón al ritmo y voz del otro miembro, de pie.
Notamos como curiosamente el natural timbre de voz cambió radicalmente hacia la afección en su único tema en inglés. Lucían un particular sentido del humor y el cantante llegó incluso a imitar instrumentos de viento con su voz o cantar algún trozo a capella. Aún con una distancia notable del público respecto del escenario, cosecharon bastantes aplausos y llegaron por momentos a emocionar con lo que se puede decir que sacaron buen provecho a la oportunidad.
|Ángeles flotando en el espacio|
De este minimalismo pasamos a algo completamente diferente. Sin demasiada dilación, ya que tenían los bártulos preparados salió la espectacular formación de estos Spiritualized a escena. Nada menos que siete señoritas salieron a escena. Una, presidiendo el centro, al violoncelo y a sus flancos, y lamento la metáfora fácil, tres ángeles blancos con violines y tres negros con sus cuerdas vocales. Sentados de perfil, enfundados en sus gafas de sol y enfrentados, el teclista y Jason Pierce, este último el único no vestido de negro de toda la banda, no sabemos si sería casualidad o no.
Antes de aparecer se pidió silencio ya que el concierto pedía solemnidad pero desafortunadamente el comienzo se empañó con varios intentos de comenzar «Sitting on Fire» frustrados porque el micro de Pierce no funcionaba, lo cual llegó a irritarle un poco. Pero pronto entraríamos en la magia de su música que iba del minimalismo de la voz y la guitarra alcanzando dimensiones épicas casi inconcebibles con las orquestaciones para finalmente ser rematadas con el poderío de las voces gospel. Es encomiable la labor del frontman de montar y coordinar todo este espectáculo, hermoso pero contundente, donde nadie echó de menos la electricidad y psicodelia de las guitarras de los Spiritualized que conocíamos en disco.
La primera gran sorpresa vino tras «Cool Waves», una de las muchas que sonó mejor que en disco, cuando interpretaron el clásico gospel «Amen». Los insistentes coros de «Stop Your Cryin'» fueron otro de los puntos fuertes antes de entrar en una recta final de vértigo protagonizada por temas de su imprescindible «Ladies & Gentlemen, We Are Floating In Space». La canción de mismo título fue uno de los momentos más preciosos de la noche, a cuyo ocaso el repetitivo estribillo se fundió con el «I Can’t Help Falling In Love With You» (de Elvis, no de UB40, por dios). Siguieron más puntos fuertes alternando pasión calmada y desatada como «Broken Heart» o «Think I’m In Love», toda una fiesta.
Y así hasta finalizar purificando nuestras almas con otro reconocido canto espiritual como es «Happy Day», tras la que se despidieron sin posibilidad alguna de bises. Así pues, virando su sonido hacia el de los viejos espirituales e introduciendo guiños a los clásicos en su setlist, Spiritualized hacen en esta gira más honor a su nombre que nunca. Jason Pierce y los suyos nos dieron una razón para mirar la religión con otros ojos.
Por su capacidad de sobrecoger, perfectamente esta podría ser la gira del año e incluso convendría que esta experiencia fuera reflejada en disco. Se puede decir que en general, Spiritualized no era la banda a la que la mayoría de los presentes iba a ver, pero desde luego salieron victoriosos a tenor de los aplausos que a cada tema duraban más y más. Los chutes acústicos de Spiritualized no atacan pues al cerebro, sino que apelan directamente al alma.
|Electrónica y chulería muy orgánica|
La actuación de Soulsavers comenzó, antes de salir al escenario, exasperando al público con una espera más larga de la deseada. Hubo que presenciar infinitas pruebas de sonido en los micrófonos (¿tendrían miedo de sufrir la suerte inicial de Pierce?) hasta que la banda salió al escenario para abrir con la instrumental «Ask The Dust». Lo primero destacar que cuando esperábamos poco más que un par de tíos a los platos nos encontramos un panorama muy diferente. Los dos Soulsavers portaban guitarra (aunque uno a veces se escondía para poner en marcha sus artefactos electrónicos) y la banda contaba con otro guitarra adicional, un bajista, un batería… y dos coristas de color. Estaba claro que era el día del black power.
Por tanto Soulsavers hicieron notablemente más ruido que en disco, un pequeño caos entre el cual la arenosa voz de Lanegan se hacía destacar. La figura que todos querían ver se mostró impertérrita, sensación realzada por el aire casi mortecino que otorgaban las luces sobre su pálida tez. Su imponente chulería, su presencia ausente y su gesto de enfado perpetuo hacen de él un frontman que pone solemnidad incluso a los beats más juguetones de la pareja de productores. Aún así Lanegan quiso dar pistas de que lo suyo era una pose haciendo alguna broma que sobre todo hizo gracia a su banda, lo que nos dice que no se ensaña con ellos en el camerino.
Como no podía ser de otra forma se tocaron la practica totalidad del único disco fruto de su colaboración, ganando enteros en los temas más lentos y aireados, como «Spiritual», aunque no dejando indiferentes en los alucinógenos como «Jesus of Nothing» o «Paper Money». También se escucharon un par de temas que no venían en el disco, una de ellas que sonó sospechosa y agradablemente a Screaming Trees.
Más pronto de lo previsto llegó la magistral «Revival» que hacía presagiar lo peor. Lanegan abandonaba el escenario como el que no quiere la cosa para no volver más, pero la banda se quedaba. El Soulsaver «electrónico» salía de su parapeto para empuñar la guitarra liderando un tema de dance rock muy efectivo pero que pillaba un poco fuera de juego. Entre medio se colaron unas citas del «Some Velvet Morning», suponemos que más en guió a Primal Scream que a Nancy Sinatra. Después, la pareja abandonó también el escenario dejando protagonismo a las coristas que interpretaron una versión de la Creedence, esta vez junto a los otros músicos de alquiler. Y así acabó todo, de forma un tanto atípica.
Esta vez, dado lo breve de la actuación (en torno a una hora) y la salida del escenario primero de Mark Lanegan y después de los miembros de Soulsavers sin abrir la boca para despedirse sí que quedó una sensación bastante agridulce y aunque se esperó a los bises prontamente se dieron las luces y enseguida nos invitaron a salir del recinto.