La banda más mítica en activo, probablemente tras los ya paródicos Rolling Stones, regresaba a España tras menos de un año después de su triunfal paso por Madrid en 2006. The Who volvían a Madrid, pero el cartel más «pintoresco» era el que se planteaba en el BEC barakaldés. Aquí no sólo Rose Hill Drive actuarían de teloneros como en el resto de la gira, sino que a alguien se le ocurrió ampliar la nostalgia de la cita metiéndonos la reunión de una de las bandas de rock más notorias y también discutidas del país, Loquillo y los Trogloditas.
Así pues la torre del sempiterno tupé abrió el concierto con una banda en parte remozada y un guitarrista que daba la réplica a su pose estática y solemne. Aún así poco pudieron tocar, una escasa media hora a un temprano horario en que la gente aún entraba sin prisa, si bien la multitud congregada dentro dio a la banda un caluroso recibimiento y despedida. Personalmente no me parece un acierto haber querido crear esta especie de reunión de dinosaurios, porque además las comparaciones son odiosas. En todo caso un buen miniconcierto con algunos de sus éxitos que haría la delicia de los fans. Con toda la chulería característica se despidieron «Somos Loquillo y los Trogloditas, y somos los teloneros de los Who, con dos cojones!».
Un poco más tarde de la hora calculada salían Rose Hill Drive y aquello era otra historia, llegaba la hora de las melenas. Este jovencísimo trío de Colorado tiene las cosas muy claras y uno puede reconocer rápidamente lo empapados que están en la herencia del rock setentero. Lo suyo no es tan metalero como el stoner ni tiene mucho de postgrunge aunque en disco afloren destellos de Soundgarden. Se enfocan hacia un blues-rock sureño donde confluyen Led Zeppelin, Deep Purple o incluso Black Crowes muy muy dado a la exhibición.
En este sentido todo un acierto colocar al guitarrista en el centro del escenario porque su protagonismo es total y absoluto. Los desarrollos de guitarra apabullaron, acercándose peligrosamente al tedio y demostrando que no son ningún hype al que le hayan escrito tres buenos singles. Y todo un acierto hay que decir, para The Who el elegir a una banda así para telonearles, siendo por su procedencia, su juventud y su hard-rock desenfrenado, un buen contraste con el sonido de los británicos que particularmente yo agradecí mucho. Aunque hubiera preferido un setlist con más grandes canciones de su debut, que las hay, a esta apuesta de tocar cuatro o cinco y estirarlas como el chicle. En todo caso, teloneros de alto copete.
Estaba todo preparado para ver un concierto de arena rock de los que hacen época. Al redil salían el característico Pete Townshend con pañuelo rojo al cuello y Roger Daltrey con su típica camisa semidesabrochada en una forma que ya la quisiera yo con 40 tacos de menos. Les acompañaba una estupenda formación; Zack Starkey a la batería, Pino Palladino al bajo, John “Rabbit” Bundrick a los teclados y Simon Towshend como segundo guitarra. Comenzaba pues la euforia con un tema de su primera época, «I Can’t Explain» y la ola de nostalgia se apoderaba del recinto con las imágenes que las pantallas proyectaban de su pasado en blanco y negro, con los malogrados Keith Moon y John Entwistle en plena faena y seguían con el «maximum r&b» de The Seeker, para enseguida gastar otro de sus temas más carismáticos, «Substitute», que no sonó a la altura.
Y es que era comentario generalizado entre los fans que la banda sonaba demasiado perfecta y la verdad que al menos en sus temas sesenteros se echaba en falta un toque más retro, un sonido más sucio y garajero. Eso unido a la voz de Daltrey que pese a conservarse bien, no suena lógicamente como lo hacía en su juventud, restaba frescura a alguno de sus temas míticos. Seguida llegó el primer bajón de la noche, porque si, está claro que cada canción de Endless Wire era un bajón más o menos pronunciado. En este caso, el de «Fragments» no lo fue demasiado, tal vez por pillar aún a principio de concierto y porque ser de las más amenas del nuevo disco.
Llegaban los primeros toques funkies de la apertura de «Who Are You?» y la gente estaba bastante impasible. Por lo visto no cayeron en la cuenta hasta sonar el estribillo que se encontraban ante el trillado tema de apertura del CSI. Tema sin duda de esos que salvó el concierto para novias y demás acompañantes pasivos, que en este tipo de conciertos siempre hay a raudales, pero grande para todos los demás. El buen sabor de boca fue rematado con un «Behind Blue Eyes» que sinceramente creo que podría haber llegado a emocionar bastante más en su primera parte. Ahora en la pantalla salen ojos, como no, después de haber tenido trenes, dianas y Union Jacks a porrillo.
«The Real Me», uno de los temas más arrolladores de la banda pondría a todo el mundo a moverse antes de desenganchar la atención con un tema del nuevo, probablemente «Mirror Door». Y es que es un poco despropósito meter tanto material nuevo cuando quedan fueran clasicazos, como «Christmas» o «You Better You Bet». En fin, que esta parte del concierto flojeaba un poco y como no son tontos Townshend y Daltrey, te ponían una enorme «Baba O’Riley» («Teenage Wasteland», cantaban todos) y te bajaban los ánimos con la funky «Eminence Front» y poco más tarde harían concesiones al folk prescindiendo del resto de la banda.
Enseguida llegaría otro de los momentos de la noche más esperados por los nostálgicos; la quadrophenica «5:15» con imágenes de dicha película, la revuelta de los mods, las peleas con los rockers a bordo de scooters, los alarmantes titulares de la prensa británica, etc. Vamos, que aunque no hubieras estado allí a uno le daban ganas de haberlo vivido y sentía al mismo tiempo que nuestra generación no ha tenido una revolución cultural ni siquiera de pura rebeldía como dios manda.
El hecho de que siguiera la universal «My Generation» no era casual. La versión simplona de la canción que todos tenemos en mente se desarrolló en una jam hasta casi el infinito mientras eramos entretenidos con imágenes de juventudes de diferentes épocas y escenas, hippies, mods, rockers, breakdancers y escenas de otras culturas indígenas o minoritarias. Y así enlazaron en uno de los momentos más catárquicos del concierto con otro tema relanzado por la televisión, «Won’t Get Fooled Again», perfecta para acabar a golpe de molinillo y desaparecer del escenario tras casi la hora y tres cuartos. Hay que decir que Daltrey no se quedaba corto en sus malabarismos con el micro.
Unos tres minutos mediatizados por el jaleo del gentío bastaron para que volvieran con «The Kids are Alright», otro caso de clásico que actualizado pierde la candidez de su época y se transforma en algo más rock y altisonante, pero no tan efectivo. Supongo que no se les puede pedir que lo interpreten como cuando eran adolescentes. Este tono si que le fue bien a «Pinball Wizard», anticipada por esa guitarra andante, a la que supieron acoplar un ‘medley‘ de Tommy. El broche final llegaría con el momento opera-rock de «See Me Feel Me» y el cierre en dúo con «Tea & Theatre» dedicada por Roger a Pete Townshend, que celebraba cumpleaños.
Un concierto muy memorable para los nuevos fans, entre los que me incluyo, pero que tuvo que arrancar lágrimas de quienes hayan crecido con la banda, que a juzgar por la diferencia radical de edades entre los asistentes al BEC, no eran pocos. Sonido perfecto, tremendo espectáculo visual, buenos teloneros, en definitiva una tarde-noche de rock que ríete de unos cuantos festivales.