Con todo perdido para llegar a tiempo de ver la actuación de Reachel Bosch como telonera, nos topábamos de lleno con la de Trespassers William y con media Moby Dick. Extraño a priori, pero en seguida con la duda resuelta.
Y es que resulta que para la actuación de la Bosch había más gente que para el grupo principal, por aquello de los amigos o los fans… Hasta ahí bien, el problema es que gran parte de ese sector se quedó al fondo de la sala parloteando y risoteando… Pero si hay un pub irlandés al ladito de la sala, ¿por qué molestar?
A pesar de todo esto, la banda norteamericana supo mantener viva la llama del intimismo y de la candidez, y eso tiene mucho mérito con un sonido como el que tienen, pero mucho menos cuando hablamos de un público totalmente entregado al dúo (trío esa noche) y a sus canciones.
Entre lo más destacado estuvo la compleja labor de tocar una acústica como un slide guitar por parte de su cantante y su suave voz, el continuo cambio de instrumentos de Matt Brown y la botella de vino que se bebió el tercer «William» (Richard Knox) mientras alternaba batería y guitarra eléctrica.
En definitiva, un concierto con dos caras: las de los molestos que hablaban y las de los seguidores que cantaban y vivían cada tema. A ellos encima del escenario les pasó un poco igual: a veces llegaban a emocionarnos y otras simplemente no disgustaban.