Un año más tocaba acercarse a a ver el único concierto decente que el ayuntamiento nos reservaba para los raros que no disfrutamos con todo ese amplio rango de artistazos nacionales que van desde El Barrio al Canto del Loco pasando por Melendi. Eran Travis, que aquí concretamente incluso tuvieron su época 40 principales con lo que se les cierto tirón incluso entre los menos puestos en pop-rock.
Primero unos peros que se desarrollarían a posteriori, pero cualquiera podría pensar lógicamente desde un principio y con razón. Travis no es lo que se dice el grupo más indicado para una jornada festiva, mucho menos para la última. En fin, ahí tuvimos el año pasado a los Pogues donde todo el mundo lo pasó en grande sin saber ni media canción. Que los anteriores años los reclamos internacionales fueran Turbonegro e Iggy Pop dejaba claro un cambio de tendencia destinado a cierto fracaso.
Personalmente Travis siempre me han parecido un grupo correcto, simpático y sobre todo muy sincero, huyendo de la épica y alejados de otras endiosadas estrellas del pop británico. El par de escuchas de última hora que le di a su olvidado último disco me dejaron una sensación bastante negativa. La misma que protagonizaron al comienzo excesivamente frío del concierto, como si fuera un trámite tocar alguna nueva. Después descubriríamos que sus nuevas composiciones van por un tono mucho más rockero, que al menos en directo serán de agradecer alternadas con sus clásicos de siempre.
En fin lo dicho, un público muy numeroso allí congregado pero claro, impasible. Es lo malo, que Travis precisan de un público de fans, sino suyos al menos de sus canciones. Y es que pronto cayó «Side», probablemente mi favorita de la banda, pasando sin pena ni gloria. «Sing», seguramente su más sonado éxito, tampoco provocó la reacción esperada y otras ya no tan famosas como «Beautiful Ocupation» tuvieron para colmo un sonido irregular. Si a esto le juntas que ni siquiera canciones tan mágicas como «Love Will Come Through» son aclamadas, la conclusión es que los escoceses hicieron lo que pudieron.
La flojera se solucionaba lógicamente con los fans entregados de las primeras filas y con la actitud del vocalista y su dotes comunicativas, que nos llamó la atención sobre el teclista y sus glamurosos zapatos. El guitarrista, más entregado incluso de lo necesario para según qué canciones también se ganó el aplauso sudando la camisa. Entonces el grupo empezó a presentar temas nuevos caldeando un poco el ambiente, pues el disco que lanzarán en breve parece venir cargado de rock, que la verdad desde aquel «All I Wanna Do Is Rock» que también cayó, parece que lo tenían un poco olvidado en favor de las baladas.
Con una coral «Flowers In The Window» y toda la banda al frente, regresaron y el punto final vino con un «Why Does It Always Rain on Me?» que me temo no es demasiado popular por estos lares. Tal vez la gran última oportunidad para el concierto fue «Turn» y ni con ella se logró una comunión significativa. Una pena.
Total, concierto agridulce, bien aunque sin aspavientos por parte de la banda, muy mal por 3/4 del público o más que estaba de sobra con lo bien que podía haber estado alcoholizándose tranquilamente en una txozna y eso, sobre todo muy mal por parte de quién haya elegido a Travis concretamente para este día y en este escenario. Anda que no hay grupos que prometen fiesta vayan donde vayan. Ah, el no ponerles unos míseros teloneros también ayuda a la debacle. En fin, un argumento más para el año que viene ofrecernos la misma mierda, que mueve más gente.