Alegato contra los micrófonos el que tuvimos el primer sábado de noviembre en Siroco, con dos de las bandas más prometedoras de la escena madrileña: por edad y por calidad.
A pesar de la ausencia de voz en sendos conciertos, la gente acudió en masa a la sala pasándose por el forro los estribillos, tanto que media hora antes de la apertura de puertas ya se veía venir el llenazo que terminó por suceder en este día festivo. ¡Bien por el público, pues!
Primero, los a priori menos sueltos Jardín De La Croix (mientras Toundra se están pateando la carretera, ellos están dando menos conciertos… pero no por eso no van sobrados de técnica) terminaron sorprendiendo con su directo hasta a los que sabíamos de que pie cojeaban. Si «Pomeroy» es un verdadero alarde de grandiosidad instrumental, viéndolos con la potencia del directo la cosa gana enormidades.
Una rapidez increíble de dedos por parte de guitarras y bajo, que quedaron ensombrecidas por un baterista exageradamente bueno tocando. El sonido de Siroco ayudó, de hecho, bastante considerablemente a que el bolo de los de Moratalaz quedará tan impecable. Aunque por contra la escasa visibilidad del escenario y, por tanto de la técnica de los chavales, bajo muchos enteros para los del final de la sala.
Los temas del autoproducido y autoeditado «Pomeroy» adolecen en muchos pasajes de la diversidad de registros que se les debe presuponer a una banda del estilo para sacarla a flote en todo momento, pero sobra recordar momentos como la potencia de «Antioquia», los redobles impresionantes de «Suomi» y los riffs imposibles de la inicial «Boston Steamer» para dejar boquiabiertos y entregados a todos. Buen futuro tienen.
Como el que volvieron a demostrar Toundra cerrando la velada instrumental con un par de novedades: la inclusión de nuevo (aunque ya no tanto) batería y de efectos de sonido directamente por su bajista desde un portátil. El resto es lo que llevan mucho tiempo presentando por todo Madrid, pero esta vez con un sonido que les hizo más justicia de lo habitual.
Una verdadera muralla de guitarras perfectamente secundadas por la pegada del también batería de Gone With The Pain, Alex, desde los primeros momentos con «Jauría». Aunque sin duda, el corto concierto fue de menos a más con un final en todo lo alto con la tripleta formada por «Bajamar», «Pleamar» y «Medusa» que debería ser suficiente para el sobresaliente, pero que entorpecieron con parones entre dichos temas que hicieron perder la magia del momento tal cual ocurre en el disco. Una chorrada a priori, pero es un detalle pequeño (igual que el de los efectos de sonido, que si cumplen) que mejoraría la sensación general de un concierto muy notable.
Por lo demás, lo más reseñable sería más bien lo corto que se nos hace verles y lo que ganarían incluyendo algún tema nuevo o incluso alguna versión aparente (que no evidente, no espero una de Neurosis…)
Todos contentos con el sold out por tanto, así que la próxima sigue prometiendo.