Soy capaz de algo más. La frase resume mi sensación al acabar cada texto o cuando evalúo mi año finalizado, mi posición en la vida. Soy capaz de ser mejor profesional, mejor persona, mejor amigo, mejor pareja. “Soy capaz de algo más” es una frase que aparece al menos dos veces en el nuevo disco de Standstill, como pude comprobar el pasado sábado en el nuevo espectáculo, Cénit, presentado en la sala Barts de Barcelona.
Y tengo que dar la razón a Enric Montefusco, al menos en lo que a disco se refiere y con la precaución de quien sólo ha escuchado el disco en ese directo, al margen de las tres canciones que han avanzado por Internet. Sí, Standstill son capaces de algo más porque sus nuevos temas me parecieron monótonos y tediosos, de una épica eclesiástica demasiado reiterativa hasta anestesiarse a sí misma.
¿Pero cómo culpar de eso a una banda (o a una mente creativa, la de Montefusco) que se equivoca (o no, estamos hablando de gustos) porque nunca se conforma? Es esa misma obsesión por ser capaz de algo más lo que hace de Standstill un concepto artístico en constante evolución, lo que les da una identidad única. «Adelante Bonaparte», que supuso la ruptura definitiva de Montefusco con los ecos del post-hardcore, no era un disco perfecto (el techo para mí lo tocaron en «Vivalaguerra»), pero exploraba lugares que ninguna otra banda independiente española había explorado, obviaba etiquetas y buscaba en la música el paisaje trascendental de una vida. “Soy capaz de algo más” es un pensamiento que lleva a Montefusco a ser una mente brillante que lidera una de las bandas más respetadas del país. Pero también es la obsesión que le lleva a tropezarse por pretencioso y afectado.
El inicio del concierto, explosión de rayos de luz hacia el público y elevación en doble batería, me dejó con la boca abierta y me hacía esperar un espectáculo vibrante y un disco intenso. Y sí, me maravilló el juego de luces, ahora un láser rojo atravesando al público y fundiéndose con un pitido malévolo de sampler en un infierno sonoro, ahora una pantalla con aspecto líquido y turquesa envolviéndonos y sumergiendo a todos los espectadores como en un mundo submarino. Me gustaron las cinco pantallas en forma de ventanales de iglesia dispuestas detrás de los músicos y los motivos, mayormente religioso y de naturaleza, reproducidas en ellas. El tono eclesiástico con paseos terrenales y por el infierno me pareció coherente.
Pero lo que a nivel visual fue coherencia en las canciones se me hizo monotonía sonora en gran parte del concierto, que brindó momentos brillantes como ese inicial “Que no acabe el día” o el desafiante “Adiós madre, cuídate”. También intuyo unas letras profundas pero algo dispersas, como mal cerradas. Ejemplo de ello es “¿Puedo pedir?”, tercero de los adelantos del nuevo disco.
Dos baterías, guitarra eléctrica con poco protagonismo (Piti sobresale más con la percusión), la acústica de Montefusco, campanas tubulares, Ricky Falkner al teclado (no sacó el bajo en todo el concierto), sampler y unos envolventes coros eclesiásticos componen el paisaje sonoro de “Dentro de la luz”, que será lanzado a finales de mes, o al menos de su puesta en escena.
Consiguen un tono grave y afectado en constante contacto con la importante herencia simbólica de la iglesia católica, más como recurso estilístico que como crítica (algo que sí vimos en “Todos de pie”, de su anterior “Adelante Bonaparte»). Pero, para mi gusto, musicalmente esta vez la búsqueda no da el resultado emocional de sus tres anteriores y brillantes discos en castellano ni tampoco transmite tanto como los primeros Standstill gritones y ruidosos. Tal vez sea yo quien sea capaz de algo más y no deba esperar estruendosas guitarras a la vuelta de la esquina o melodías de voz algo más dulces en los medios tiempos. O tal vez nuevas escuchas me hagan rectificar y enaltecer al disco con el cariño y el valor de convivir con él. En cualquier caso, ojalá todo lo criticable fuera por culpa de la experimentación y la valentía de unos músicos como la copa de un pino y de un cantante que cada vez reina más con su voz irresistible sobre el escenario.