Increíble el llenazo que registró el Kafe Antzokia ante un concierto como el de The Soundtracks of Our Lives. Un grupo escandinavo que se encuadra en terrenos que no pertenecen ni al indie ni al rock duro no parece tener a priori tal poder de convocatoria. ¿La explicación? Por reduccionista que suene, el paso triunfal de la banda por el Azkena Rock 2009 parecía tener todos los números para ser el factor clave en esta expectación. Hay que decir además que el concierto de Bilbao era el único de su gira española no enmarcado en festival (Primavera Club en Madrid y Barcelona) y además, tocaron sin teloneros. A pelo.
Así que el sexteto salió a escena a decir verdad con el público medio ganado. Ahora dependía de ellos y su repertorio hacer de esta cita algo grande o un concierto más. Y que duda cabe que la cosa quedó mucho más cerca de la primera hipótesis. Comenzando con las crecientes «Babel On» y los aires «who de «The Ego Delusion», los suecos nos dieron una lección de rock psicodélico, a la par rotundo, hipnótico y animado. Animado sobre todo por la presencia de su barbudo vocalista Ebbot Lundberg ataviado con una sotana como druida del rock que es. Pero también por su dúo guitarista y eso que uno de ellos, el que parecía salido del tunel del tiempo, vestía una combinación de camisa roja y pantalón amarillo muy osada para Bilbao.
Ebbot, pese a su orondo aspecto no paró de moverse por el escenario, bajar a las escaleros y perderse entre el público para difundir su mensaje. Cayeron logicamente paradas en el excelente «Behind The Music» como la progresiva «Infra Riot» o la envolvente «Sister Surround», alternados con otros que demostraron que «Comunion» es una gran obra, como es el caso de «Lost Prophets In Vain» o los divertidísimos aires folk-pop de «Flipside». Y es que si algo nos gusta de la banda es la capacidad de combinar la fuerza del rock con melodías pop y viajes de psicodelia. Una mezcla muy bien equilibrada en su setlist, tanto como su empastada mezcla de teclados y guitarras.
La verdad es que da gusto ver una banda de rock con un concepto tan sencillo y bien entendido del espectáculo y la diversión. Tocar, pasarlo bien, reirse de si mismos y evocarnos grandes grupos de la historia del rock… su banda sonora rezuma buen rollo, elegancia y sinceridad. Y lo que es más, el suyo es un directo que cualquiera, incluso los más profanos, pueden disfrutar. Más de dos horas de concierto sin nada que lamentar.
Así la banda y especialmente el versatil Ebbott convencieron tanto en los momentos más solemnes como «Second Life Replay» o el rock más desenfadado de «Thrill Me». Tanto que hicieron una tanda de bises y en respuesta del público, una segunda, momentos aprovechados para rescatar algun tema del pasado como «Instant Repeater 99» y finalmente, para dejarnos con una soberbia «Heroes» de Bowie. Volverán seguramente el año que viene con todas las papeletas para triunfar de nuevo.