Ya son unos cuantos conciertos en la Alhondiga pero no deja de parecernos un marco un tanto atípico para un concierto. En concreto el paso de Laetitia Sadier era bajo la carismática piscina del edificio en un escenario encajonado entre dos bloques de la estructura del edificio de uso cultural (antes almacén de vino) remozado por Philippe Starck. Otras veces los conciertos habían sido con asientos o incluso con cojines y hamacas en Julianna Barwick. Esta vez ni una cosa ni la otra, de pie nos quedamos para ver el concierto de la de Stereolab con su banda. Algo que sin duda jugaba en favor de un concierto más movido pero teniendo en cuenta que venía interpretando su mayormente ignoto repertorio en solitario, no sabemos si fue la mejor solución.
Simpática desde el primer momento, habladora aunque seguramente algo impresionada por el marco un tanto aséptico, Laetitia se presentó con un bajista y batería. Ambos podrían haber pasado por parisinos, pero resulta que sólo el batería era de allí, siendo el bajista de Castellón. Ante algo así como un centenar de personas comenzó así un recital elegante, simpático de pop con sus momentos más sofisticados y otros más directos, dónde hubo su poco de ruido, su mucho de melodía, partes bailables al ritmo del bajo, algunas bases programadas desde el portátil que manejaba el batería y todo muy determinado por la encantadora voz de Sadier y unas letras políticas que reivindican de alguna manera que no hace falta hacer música agresiva a los oídos para mostrarse crítico con el sistema.
La cantante y guitarrista zurda venía presentando «Silencio», segunda obra en solitario, por lo que es normal que la fuerza de los grandes hits no hiciera gran acto de presencia, dejando el peso del concierto a las canciones ni más ni menos sin grandes aspavientos ni que nadie se volviera loco con tal o cual tema. Por encima de lo correcto aunque bastante corto, sin llegar a la hora bises incluidos, para un concierto tan sólo protagonizado por ella. En definitiva un concierto tan sencillo como la carrera que Sadier parece sostener estos días. No va a impactar a nadie, pero puede hacernos la existencia algo más amena.