Antes de nada, es de obligación aplaudir la labor de los que han podido dar forma a esta propuesta llamada La Caja de Música, en la que se acerca artistas de la talla de Nada Surf, Jet Lag o Deluxe tanto a los que están al borde de los 18 años de rigor para entrar a conciertos como a los niños a los que poco a poco tenemos que culturizar. Esta vez, tocaba Russian Red.
Hará justo un año que un servidor descubrió a Lourdes, junto al multidisciplinar Brian Hunt en el ya clásico MySpace como herramienta en común. Más tarde, en directo me convencieron aún más. Ahora, con un disco en la calle y con nuevos compañeros de fatigas, ella sigue siendo realmente un prodigio en directo.
Una especie de bestia que se transforma cuando no canta. O quizás sea al revés, una dócil y tímida universitaria que cuando se arranca a cantar, lo hace a pleno pulmón y con clásicos como «You’ve Really Got A Hold On Me» (ella pensaba que la canción era de The Beatles, y yo también) por bandera. Aún siendo un concierto destinado a menores de edad – de los que apenas llegarían al 10% del aforo – la pasión y emotividad del concierto de Russian Red no se rebaja ni por los lloros de los más pequeños ni por los pobres pre adolescentes que aplaudían a destiempo.
En cuanto al formato presentado, era evidente que el violonchelo de la nueva Russian Red Aurora iba a ser muchísimo más gratificante que lo que puede aportar una guitarra eléctrica. Con él, supo hacer creer a los pequeños y a los no tan pequeños que las gaviotas sobrevolaban el auditorio o que «They Don’t Believe» puede sonar igual de bonita sin tanto adorno. Para rematar se estrenó a los mandos del xilófono en otras canciones tan claves como «Cigarettes», con un resultado la mar de bueno.
Pero de nuevo es obligatorio rescatar lo implacable que es Lourdes a la hora de emocionar. A la altura de muy pocos en el arte de transmitir simplemente viviendo la canción. Los ejemplos mas claros fueron la «casi nana» «Kiss My Elbow», las cartas de amor de la propia «The Letters» o las canciones que viajan en «Gone, Play On». Pero nada que ver con el mágico final de concierto con la versión del «Somewhere Over The Rainbow» de la película Mago de Oz: voz de poner los pelos de punto, todos al borde de la lagrima emotiva mientras un niño lloraba bajito. Al final, la de arriba y el público terminaron con Síndrome de Peter Pan.