Noche de barbas y melenas en el Kafe Antzokia. Es lo que podemos sacar de la estética compartida por las 3 bandas que se daban cita, 2 prácticamente desconocidas para el público pero asistiendo a quizá el mayor fenómeno del rock-metal de los últimos años, Red Fang. Y un fenómeno curioso he de decir, con cero pose y una estética muy sobria para este mundillo, la banda, una de las muchas nacidas un poco al calor de Mastodon, ha conseguido una base de fans envidiable en poco tiempo y sin discos tan brillantes como estos.
Así lo atestiguaba un Kafe Antzokia hasta arriba al que llegamos al poco de que Lord Dying hubieran comenzado. Optamos por subir al piso de arriba visto el panorama y desde ahí se veía que el lleno era notable, pero no agobiante. Era todo cosa del cuello de botella en la entrada. El cuarteto encargado de abrir la noche descargaba mientras tanto su metal pesado con componente stoner pero también estallido thrashero acorde a una estética más heavy que la de sus compañeros. Contundentes pero quizá algo monótonos, especialmente teniendo en cuenta que ofrecieron un concierto bien corto.
The Shrine darían después la campanada con una muy estimulante mezcla donde chocaba el rock psicodélico y el fuzz con arrebatos punk-rockeros que desembocaban en jams. Muy buen hacer de este trío de rockeros de pantalón de campana y puro sabor angelino a los que les falta quizá un cancionero con más gancho, pero cuyo feeling sobre el escenario dejó un sabor de boca a la altura de la banda de la noche. Incluso he de decir que si hubiera ido a Red Fang igual de a ciegas que a The Shrine, los teloneros hubieran salido victoriosos.
PREHISTORIC ROCK
Por fin, y no sólo dentro de horario, sino adelantándose 10 minutos (muy de agradecer en una noche de miércoles) salieron Red Fang a un escenario ganado de antemano. Sin unas pintas muy especiales, sin siquiera un telón tras de si, sin demasiada carisma a la hora de tratar con el público, Red Fang se presentan como una banda honesta que deja todo el peso a su música, unos verdaderos currantes del rock, vaya. Como decía antes, me impresiona que un cuarteto tan normal haya llegado a su estatus en este mundo tan dominado por la imagen y el marketing. Pues algo tendrá que ver su directo ¿no?
Con un sonido algo cacharrero en los primeros temas, problema que se fue disipando con el tiempo, los de Portland difícilmente defraudaron a nadie con un sólido setlist de singles (y potenciales singles) de sonido cabezón y empaque similar. Quizá precisamente si algo tuviera que reprocharles es que se trata de un concierto con poco de dinámica, si acaso algún quiebro con algún tema más cafre que respira algo de velocidad y herencia hardcore. No es que sea poco una sucesión de buenos temas de rock-metal interpretados con fuerza y ganas como es el caso, pero quizá podrían darle mayor narrativa a su directo.
Pero se mostraron como el tópico de grupo apisonadora, apenas ofreciendo tregua, en un continuo crescendo enlazando temas dentro de lo posible y llegando a los clímax con los temas de mayor impronta melódica como «Wires» o «Number Thirteen». Es ahí donde la banda mejor explota esa dualidad vocal de la voz más melódica del bajista y la más profunda del guitarrista. Pero el público disfrutaba con unas y otras, y ya desde el tercer tema («DOEN» del «Whales and leeches» que venían presentando) empezaron a aparecer intermitentes micropogos en las primeras filas.
Quizá el miércoles hizo que la noche no fuera todo lo festiva que podría haber sido, pero fue sin duda un concierto de comunión de banda y público, terminando ambos bandos bien contentos. Ellos desde luego se despidieron dando manos y repartiendo púas a placer, no sin antes hacer un par de temas en unos inmejorables bises que cerraron con su icónica «Prehistoric Dog». No me extrañaría ni un ápice que visitaran de nuevo tierras vascas este verano.