En un suspiro se nos pasó esta última edición del Primavera Sound y ya podíamos emitir un veredicto. Soberbio en lo musical, algo accidentado en lo organizativo pero con un saldo que lo vuelve a ratificar como el festival nacional favorito de quién suscribe. Esta vez y haciendo un esfuerzo por aprovechar la jornada del domingo, aún nos quedaban un buen puñado de conciertos por disfrutar, en nada menos que tres localizaciones diferentes.
La cosa comenzaba un día más en el Parc de Poble Nou. Al llegar pudimos apreciar la curiosa propuesta de Seward, por momentos enfrascados en recrear atmósferas de ruido de baja graduación, otros en los que, pese a su atuendo de riguroso negro se daban al pop más melódico o incluso se dejaban llevar por una instrumentalidad más libre siguiendo la voz de su cantante. Poco tiempo para digerir lo que pareció una propuesta bastante poliédrica. (Raúl)
Papas Fritas dieron el campanazo del día. Delicioso concierto de la irresistible y feliz banda de Massachussets, que nos conquistó desde la primera nota. Entre unas primeras filas que cantaban todas las canciones y un montón de vecinos curiosos que disfrutaban con curiosidad de lo que escuchaban se reunió un ambiente tal, que la banda formada por Shivika Asthana, Tony Goddess y Keith Gendel no tuvo más que tirar de buen rollo, de barcelonismo (portaban una bufanda del Barça) y de canciones tan redondas como “Hey Hey You Say” o el bis al que fueron obligados con “Smash this world”. Sin duda alguna, otro de los conciertos más bonitos, divertidos y arrebatadores de todo el festival.
Luego, el de Oh! Cake and the Cookie fue un concierto complicado de describir. Una chica al piano, un colaborador alternando batería y guitarra eléctrica y a su lado una niña de unos ocho años. Sorprendente, pero al mismo tiempo muy aburrido y pesado. Notaron que después de lo de Papas Fritas tenían imposible el mantener la atención de la gente con esos aires infantiloides y fuimos muchos los que los abandonamos a medias para ir yendo al Poble Espanyol. (Ricardo)
Para cuando pudimos llegar a la bonita plaza artificial del recinto, bastante tarde sobre lo esperado, cortesía de las celebraciones del Barça que tantos quebraderos de cabeza nos dieron a los asistentes del Primavera Sound esta edición, pudimos ver finalizar a Me and The Bees. Parece que este es su año, o al menos se les ve ya dando solidez a esa propuesta de indie-rock con vena folkie, ya con una banda al uso. Y es que aparte de la incorporación hace meses de Carlotto de Half Foot Outside en directo se acompañaron también de un pluriempleado Rubén al bajo (al que vimos el día anterior con Ainara LeGardon), bien curtido también en la escena barcelonesa. Se despidieron con gracia y con la sensación de haber dado un divertido concierto frente a la multitud esparcida por el Poble, sobre todo por el suelo.
Les sucederían My Teenage Stride. Con sonidos que remitían a la nueva ola y el pop con urgencia punk, el cuarteto neoyorkino capitaneado por Jedediah Smith no parecía tener demasiado seguidor en el Poble. Esto no quiere decir que no diera un buen concierto, eso sí corto, ya que su estilo tampoco hubiera dado para mucho más sin caer en la excesiva repetición. (Raúl)
Con la tradición escocesas de pop guitarrero por bandera, la presencia de BMX Bandits por el cartel de Primavera Sound pasó un poco de puntillas a pesar de una evidente solera. El freak de su cantante, Duglas T. Stewart nos regaló algunos de los momentos más extraños y bizarros de todo el festival, presentando cada canción de una manera entre cómica y casposa mientras degustaba una manzana, un platano e iba presentando a los miembros de la banda. Ciertamente su concierto fue muy desigual, dejando momentos tan buenos como la versión de “Do You Really Love Me?” de Daniel Johnston, “Disco Girl” y la increíble pieza powerpop que es “I Wanna Fall in Love”. Concierto irregular que podría haber sido mejor con un repertorio mejor elaborado.
Algunos habíamos pasado por alto la interesantisima actuación de Mercury Rev en el Auditori, un marco incomparable para un disco tan bello y elegante como es “Deserters Songs”, pero porque teníamos una segunda posibilidad el domingo en el Poble Espanyol. Una vez más, mereció la pena estar allí viendo los habituales aspavientos del señor Donahue, porque de nuevo fue clave el devenir de un concierto que alternó la intensidad de los pasajes bellos del disco con la fuerza atronadora de las guitarras.
Siguieron el riguroso orden del disco con un apabullante inicio marcado por “Holes” y “Tonite it Shows” que apenas flaqueo durante todo el minutaje del disco que iban a tocar íntegro. Evidentemente ayudó la archiconocida “Goddes On a Hiway” y una sensacional “Funny Bird” a mantener la tensión necesaria para un disco así de denso. Afortunadamente, para los bises supieron cerrar por todo lo alto con su habitual fuerza y emotividad con “Solsbury Hill” de Peter Gabriel y una acongojante “The Dark Is Rising”. Una puesta de largo de “Deserters Songs” al aire libre que vuelve a colocar a Mercury Rev como una banda apabullante en vivo.
Tras el apabullante show de Mercury Rev quedaban pocas ganas de enfrentarse a un concierto más, pero tras haber sacrificado a The Black Angels en el Fòrum, verlos en las distancias cortas de la sala Apolo era obligado. El golpe definitivo llegó desde las raíces psicodélicas de esta banda que bebe tanto de la influencia de los primeros The Doors como de formaciones actuales tipo Sleepy Sun. Sonaron bestialmente altos y densos en las guitarras pero la soberbia labor de Stephanie a la batería fue el contrapunto perfecto. Nos quedamos con temas como «Ronettes», «Bad Vibration» y sobre todo «Entrance Song». Y también con un colofón en clave guitarrera de un festival que viene del pop y que siempre nos sorprende. (Ricardo)