Para la jornada del viernes se notaba ya el cansancio, sobre todo para todos aquellos que estuvimos el miércoles en el Poble Espanyol, pero de lo que todos hablaban era de los problemas que la tarjeta monedero había causado llegando incluso a ser bautizado en Twitter con el sobrenombre de Tarjetagate. La otra historia que se palpaba en el ambiente de Barcelona era el desalojo de Los Indignados de Plaza Cataluña por los Mossos D’Esquadra, llegando incluso a conseguir que un festival poco político como este tuviera a todo un Jarvis Cocker dedicándoles un tema y a unos cuantos asistentes colgando pancartas.
A QUIÉN MADRUGA EL PARC AYUDA
Los gallegos Maryland lidiaron con la difícil tarea de tocar en el parque a horas tempranas. Antes lo había hecho su paisano Eladio y Los Seres Queridos, que finalizó su actuación con solidez pop-rock guitarrera que dio buenas sensaciones. Respecto a los primeros, dieron un concierto notable con algún problema de sonido anecdótico. Ciertos pitidos entre su descarga de rock alternativo no deslucieron para nada un repertorio lleno de grandes singles extraídos de sus dos discos como “This Time”, “Atom Bomb” o “Red Boots”, melodía hermanada con electricidad y con ese pose emocional de juventud. Una pena que tan poca gente hubiera para disfrutarlo, sobre todo siendo una propuesta sonora que en el Primavera de este año no ha tenido demasiada cabida. Las Robertas, algo así como unas Vivian Girls del Cono Sur tuvieron en el parque un escenario ideal para su pop garajero y lo-fi, versión de Beat Happening incluida. Un sonido que, por no ser nuevo y estar demasiado de moda se nos hace muy volátil. Pero tal vez se trata simplemente de disfrutarlas en el momento sin darle muchas vueltas.
Curiosa y muy agradable la propuesta de Dotore jugando entre el folk intimista y la lírica emocional. El nombre ya nos sonaba a euskera, pero el que su artífice sea originario de San Sebastián es un dato que debimos intuir al escuchar ese pop de melancolía y sensibilidad a flor de piel. Guitarra, cello y piano para un concierto para disfrutar sentado, como tocan ellos. Rompieron la tranquilidad con animación The Fresh and Onlys, combo californiano entregado a una mezcla de pop-rock garagero y psicodélico. Una definición muy amplia que se concreta en buenas canciones muy bien llevadas al directo, con aires de pop guitarrero de las diferentes décadas de los 60 a esta parte.
La simpatía que evocan Ducktails y su música no les eximen de la puntualidad (no paran de salir comentarios hablando del nivel del alcohol que llevaron sus miembros la noche anterior). En medio de la rigurosidad horaria del festival y también de los conciertos del Parc de Poble Nou, esperarles media hora al justiciero sol barcelonés, cuando el hotel de los artistas está al cruzar la carretera, no es de recibo, sea por la razón que sea. Eso no quita claro, para que volvieran a triunfar por duplicado, tal como hiciera la otra banda de Matthew Mondanile, Real Estate, el pasado año. (Raúl)
UN AUDITORI PARA ENMARCAR
El hecho de querer ir a ver la actuación de Sufjan Stevens en el Auditori te obligaba prácticamente a hacer lo propio con la de DM Stith y eso no era un buen inicio para que nos consiguiera gustar lo que este solista iba a hacer aunque al final terminó conquistándonos a todos a golpe de canciones. Es justo reconocer que apenas tuvimos unos veinte minutos del susodicho, desplegados en apenas cuatro temas, pero la elegancia con que primero se enfrentó con su guitarra y un pedal de grabaciones en loop para luego unirse a algunos miembros de la banda de Sufjan Stevens (batería + sección de vientos) fue verdaderamente sorprendente. Luego nos dimos cuenta que David Michael Stith resultaba ser también el teclista de la banda del propio Sufjan.
Vamos al plato fuerte del Auditori. ¿Es posible comenzar mejor una larga y cansada jornada de festival que viendo un concierto en el Auditori? ¿En que otro festival del mundo puede uno ver a un artista tan exclusivo como Sufjan Stevens? ¿Podría uno llegar a pensar que iba a salir todo el mundo tan contento de las presentaciones de un disco tan difícil como «The Age Of Adz»? Creo que no, no lo era, pero el chico bueno de Detroit se sacó de la chistera un show repleto de experiencias psicodélicas, retrofuturistas, neonizadoras e instrumentacíon meticulosa que no hay nadie que pueda rechistarle nada. Un show así de pretencioso podría haber caído en un cúmulo de sensaciones recargadas, pero no, tampoco.
Con luces oscuras aparecía la banda para presentar una electrizada y electrizante versión de «Seven Swans» que nos presentaba a un Sufjan Stevens alado, que por otro lado sólo significo un espejismo de repertorio no centrado en el nuevo disco. Ya estábamos todos en la palma de su mano, embobados pendientes de la oscura y bella presentación del escenario que se entremezclada con una ejecución perfecta de los músicos. «Too Much» y «Age Of Adz» fueron la presentación de lo que nos esperaba el resto del concierto, con «Heirloom» como interludio de sus orígenes folk (el día anterior en su lugar estuvo «The One I Love» de R.E.M.), en una especie de conversión en un nuevo Beck entre el futurismo y una psicodelia pop repleta de sintetizadores pero mucho más orgánica que en su sonido de estudio. Al mismo tiempo, los bailes horteras del propio Stevens desentonaban de manera exagerada con ese aire espiritual que siempre le acompaña.
Con un continuo incentivo visual consiguió que todos permaneciéramos embelesados con canciones algo menos brillantes («I Want to be Well», por ejemplo) pero el final del set con un «Impossible Soul» dónde todo valía y todo encajaba. La delicadeza inicial, el Auto-Tune de después y la discoteca final que hizo que la gente se levantara de su asiento y se marchara corriendo a pie de escenario a saltar. Verdadera pasión del momento que se duplicó cuando sacó por fin su gran obra «Illinoise» a relucir, primero calmando ánimos con la bella «Concerning the UFO Sighting Near Highland, Illinois» y luego poniendo directamente patas arriba el Auditori con una demencialmente adictiva «Chicago». Nos quedaba la duda de si es un genio o no, pero hacer semejante espectáculo (horteradas aparte) con un material que no está entre lo mejor de tu repertorio merece que lo encumbremos del todo. (Ricardo)
MIENTRAS TANTO, FUERA DEL AUDITORI
Absolutamente rotunda, rockera y ruidosa se presentó Ainara Legardon, antes más conocida como cantautora folk-rock. Y es que en “We Once Wished” se ha desatado con el ruido y en esa onda es precisamente su directo en este momento. Arropada por una banda con lo mejor de cada casa y procedencia (a saber, Héctor de Qualude/Flying Pig Matanza a la batería, Rubén de It’s Not Not/Tokyo Sex Destruction y otros muchos al bajo y Hannot de Audience acompañando a la guitarra y voz) su música sonó gruesa como pocas este año en el Forum, como si quisieran rivalizar con los mismísimos decanos del festival, Shellac. El repertorio estuvo basado en repertorio nuevo con algún momento más intimista para la cantante en solitario. Ni el sol abrasador pudo con este triunfo de primera hora.
En el Pitchfork, escenario guiri donde los haya en un año de mucho extranjero en el festival, salió Julian Lynch con su inofensiva pinta de buen chico a pegar bandazos del pop a la electricidad y distorsión psicodélicas. Mucho más contundente de lo esperado, el amigo y recomendado por Ducktails (seguro que el llamamiento que hicieron en el parque tuvo efecto) sorprendió para bien. Poco después en el mismo emplazamiento, con su nexo ruidista entre el indie-rock y el punk, Male Bonding hicieron eso, ruido con melodías vocales, pero sobre todo ruido. No podemos decir ni que sean la mejor banda en directo ni que sus canciones hagan sombra a los referentes 80-90s que se vienen a la cabeza al escucharles, pero llevaron el pabellón alto del lo-fi más incómodo y agresivo en esta edición y protagonizaron algo muy poco visto este año: pogos entre un público, por cierto del más juvenil que poblaba el Forum. (Raúl)
El concierto de los míticos The Monochrome Set fue otro de esos pequeños lujos que nos ha brindado Primavera Sound en esta edición 2011, pero que al mismo tiempo no pudimos disfrutar durante todo su repertorio por lo abultado del cartel. En este caso, de nuevo aparecía una época – finales de los 70 – y un género – el postpunk – pero esta vez centrando la propuesta en la cara más amable de ambos términos. Bid, Square y Warren no sólo conservan un fondo de armario de la época, sino que también pudimos dar cuenta que mantienen esa elegancia new wave que los hizo destacar. (Ricardo)
AIRES AMERICANOS, LLENAZOS Y CLÁSICOS
El cada vez más en alza Matthew Stephen Ward, gracias a su propia carrera en solitario a partir del hit que supuso su penúltimo disco, Post-War, y sus colaboraciones en Monsters of Folk y junto a Zooey Deschanel en She & Him, ofreció un elegante concierto en el que se entrecruzaron en folk, el rock de raíces, el pop y, evidentemente, el folk y el country. Lo suyo osciló entre tremendos medios tiempos, temas más movidos propios de algún bar de carretera de la Ruta 66, toques puntuales a sus proyectos paralelos y seleccionadas versiones. Todo un espectáculo de variedades musical para un refrescante recital al atardecer. (Yuri)
En el ATP, ni siquiera el hecho de que no utilizaran flautas restó valor a Wolf People como la propuesta de rock psicodélico más tradicional que pudimos ver. Muy solventes, dejaron de lado los momentos de folk más relajado para deleitar más a golpe de guitarra y batería justo en el punto en que converge la tradición del rock hippie con el indie actual. (Raúl)
La actuación de The National prometía uno de los llenos más absolutos del festival, dado el (merecido) éxito que los de Cincinnati están teniendo desde su salto al estrellato con «High Violet». Lo malo es que no actuaban en el San Miguel, sino en el totalmente cercado y alejado escenario Llevant; cosa que propició que se formara una auténtica masa compacta de gente encajonada, jóvenes ingleses de veintipocos en su mayoría, que colapsó el aforo e impidió el acceso a pocos minutos del comienzo del concierto. Aún a pesar de colocarnos en buena posición llegando con antelación, cuando empezaron con «Start a War» la situación se hizo insostenible, dado que toda la primera mitad del público quiso acercarse al máximo y el sonido no era precisamente el mejor. Así que, aunque la banda sonó mucho más rockera que en disco, con Matt Berninger directamente desgañitándose, que a «Bloodbuzz Ohio», «Anyone’s Ghost» o «Mistaken for Strangers» nadie puede quitarle su condición de hits que llegan al corazón, y que el mismísimo Sufjan Stevens apareció como corista en «Afraid of Everyone», hacia la mitad del repertorio decidimos irnos a probar mejor suerte, y poder respirar mejor, en Pere Ubu. (Yuri)
De nuevo en el Ray Ban, condenado a ser el escenario de Regreso al Futuro con el paso de revisiones pasadas como las de Suicide o The Monochrome Set, aparecía una figura envejecida y debilitada por los años y por vete tu a saber qué otras cosas. Era David Thomas, el único miembro original de Pere Ubu que quedaba de ese primer disco «The Modern Dance», vistiendo un pantalón gigantesco sujetado por unos tirantes de esos que sólo pueden verse en dibujos animados. Genio y figura que queda lejos de ese regordete cantante que no paraba de moverse y de usar su desquiciante voz, pero que es igual de genial desde la pose de un anciano irónico, gracioso, magnético y más punk que cualquier otro jovencito con pintas. Para el recuerdo todo este concierto que comenzó con un par de singles previos a este sensacional «The Modern Dance» que seguramente quedó especialmente reflejado en unas interpretaciones sensacionales de «Nonalignment Pact», «The Modern Dance», «Laughing» y «Life Stinks». Quién nos diría que íbamos a salir tan contentos todos del concierto cuando vimos el estado de forma de David. (Ricardo)
PLATOS FUERTES MELÓDICOS Y EMOTIVOS
Situar un telón con los colores de la bandera española al fondo del San Miguel en tierra donde el nacionalismo regional es tan fuerte fue un desliz, pero lejos de recibir abucheos, la numerosa banda escocesa Belle & Sebastian fue recibida con calidez por un amplísimo aforo. Situados en dos líneas, con un Stuart Murdoch hecho un figurín con su bohemio traje, guitarras, bajo, vientos y cuerda al frente, y detrás, sobre un estrado decorado con las portadas de varios de sus discos, los teclados y batería, arrancaron con el tema que abre su reciente «Write About Love», “I Didn’t See It Coming” para no dejar, a lo largo de hora y veinte, de regalarnos perlas de toda su carrera; siendo de las más coreadas “I’m a Cuckoo”, “I’m Not Living in the Real World” (Stevie Jackson a las voces), “Sukie in the Graveyard”, “The Blues Are Still Blue” o las tres incursiones que hicieron en “If You’re Feeling Sinister”, emocionando particularmente el tema título y, evidentemente, “The Stars of Track and Field”.
Murdoch convenció con su pose de bailarín afable y melancólico a partes iguales, a pesar de pecar en alguna ocasión de exceso de aflicción, y sus compañeros ofrecieron dinamismo, aparte de por el juego de voces entre Stuart, Jackson y Sarah Martin, por el intercambio constante de instrumentos. La propuesta de matrimonio ante las cámaras de un fan a su novia en primera fila y el final con entrega de medallas al puñado de fieles que habían subido a bailar al escenario redondearon un concierto a veces un pelín cursi pero en general muy emotivo. (Yuri)
En la otra punta, en el ATP, las conclusiones a sacar del concierto de Low son lamentablemente más extramusicales que otra cosa. Ya sabemos del tono melancólico y bajo del trío, pero es que eso que seguramente funcione en un Auditori, en un ATP lleno hasta las trancas provocó una sensación muy frustrante desde nuestra posición en las gradas. Sonido bajo que propiciaba las conversaciones de la gente y un constante trasiego de gente entrando y saliendo convirtieron el sueño etéreo de Low en una pesadilla. Ni el escenario ni el volumen adecuado. (Raúl)
Del concierto de Explosions In The Sky podemos comenzar diciendo que fue genial, de lo mejorcito del festival, de hecho. Y cualquiera que se haya parado a escuchar su trabajo sabe que no debió ser nada fácil a las 00:30 de la noche y con un público algo exaltado ante estos reyes del post-rock. Empezar con «The Only Moment We Were Alone» es algo que muy poca gente puede permitirse, porque es muy difícil hacer una canción mejor en el susodicho genero. Es cierto que tanto en las partes calmadas de este tema y de todo el concierto tuvimos que sufrir constantes chillidos de la gente («Wow’s» y «eeeeeeeh» variados que parecen la última moda hoy en día) para hacer notar que son muy fans, lo que no consiguió empañar un repertorio que se hizo muy corto pero que supo encajar matemáticamente los temas del nuevo «Take Care, Take Care, Take Care» incluyendo algún tema antiguo («Catastrophe and the Cure» y «The Birth and Death of The Day») en medio de temas nuevos del que sobre todo cabe destacar «Postcard From 1952».
Una virtud de la que estábamos temerosos es que ahora portan consigo un bajista para dar más libertades a las guitarras de los tres miembros oficiales no encargados de la percusión. Quizás pueda sonar obvio, pero ayudó mucho a que la cambiante y desafiante estructura de sus canciones no sufriera por el hecho de estar ante un concierto al aire libre y con cierta marca de festividad ambiental. Ni que decir tiene que los queremos de vuelta en sala, cuanto más pequeña y con gente más callada mejor. (Ricardo)
Nos situamos al final de la explanada del Llevant para ver a Deerhunter, enésima visita de Bradford Cox al Fórum y a poco más de un mes de su reciente concierto en la Apolo, para poder salir con facilidad una vez la gente comenzase a irse en masa para ver a Pulp. El de Athens felicitó al festival por su décimo aniversario y tuvo unas palabras para todos los recuerdos que tenía fruto de las numerosas veces que había tocado en él, ya fuera con su banda o como Atlas Sound. Dieron un concierto similar al que se ha visto por aquí en los últimos tiempos, arrancando con “Desire Lines” y haciendo hincapié en «Halcyon Digest» pero con alguna sonada incursión en «Microcastle« o incluso más allá. Cada vez más atmosféricos también en directo, pero aún así llevan gran parte del peso del indie rock encima. (Yuri)
EL CONCIERTO QUE (CASI) TODOS ESPERABAN
Al llegar un buen rato antes del comienzo del primer concierto de Pulp en nueve años, vimos que sobre una pantalla que cubría el San Miguel se lanzaban mensajes del tipo ‘Do You Remember the First Time? Are You Ready? Is This a Joke?, que no hacían más que elevar la expectación y dejar bien claro cuál iba a ser la primera canción del ultrasecreto repertorio de la vuelta de Jarvis y los suyos. Puntualmente, desaparecieron las palabras, apareció letra a letra el nombre-logo de la banda y divisamos cómo varias figuras se movían tras el oscuro telón. Gritos de nerviosismo, una melodía conocida y, entonces sí, cayó el telón justo con el estribillo de aquel hit de «His ‘n’ Hers», que abrió una hora y media de consciencia colectiva de los noventa interpretada en directo.
Jarvis no ha dejado de poseer todo su carisma en todo mientras ha grabado y girado en solitario y por tanto, estando de vuelta con la banda que le proporcionó la gloria, no pudo más que confirmarse que es uno de los grandes frontman de su generación, ya sea dirigiéndose al público, bailando, subiéndose a los amplis, o simplemente estando de pie cantando. El resto de la banda no pudo evitar ser mera comparsa de este gigante, incluso Russell Senior que volvía al redil nada más y nada menos que catorce años después de su abandono. Así que este Cocker barbado tuvo que bastarse a sí mismo para tener a todo el público bailando y cantando al unísono todas y cada una de las canciones.
Y es que, a pesar de una sobresaturación de temas de «Different Class» (cayeron nueve de los doce que lo componen), cosa quizá natural al ser el disco más conocido de sobra del grupo y también en deferencia a Senior, y el casi ninguneo a sus dos última obras (algo doloroso en cuanto al gran «This Is Hardcore»), fue pura magia estar en un concierto coreando como un adolescente muchas de las canciones de tu vida: “Something Changed”, “Disco 2000”, “Babies”, “Underwear”, “This Is Hardcore” y, claro, la dedicada a los Indignados acampados en Plaza Cataluña y por toda España “Common People”, vivida ya con auténtico lloro. En fin, nos quedamos con ganas de “Help the Aged”, “Trees”, “A Little Soul” o “Happy Endings”, pero el broche con una “Razzmatazz” dedicada a la mítica sala de Barcelona nos dejó con la certeza de que habíamos asistido a un hecho histórico. Gracias Pulp. (Yuri)
LA BATALLA DE DECRECER EN NÚMERO
El concierto de Battles en Primavera Sound 2011 venía claramente marcado por los nuevos aires que soplan para la formación de Nueva York, que aún manteniendo su particular sonido de math rock repetitivo y divertido han tenido que cambiar mucho su manera de enfocar los directos desde que se marchara Tyondai Braxton. Ahora como trío no intentaron ni emular los registros de épocas pasadas y se centraron en un disco que aunque no había salido todavía ya todos habíamos escuchado gracias a las virtudes de Internet. “Gloss Drop” es un disco continuista después de todo con un sonido que no ha variado más que en algún que otro devaneo tropical y de voces invitadas, pero la manera de llevarlo al directo si ha cambiado por completo. Los desdoblamientos de guitarras los resolvieron grabandolas en vivo y poniéndolas en loop, – cosa que ya hacían pero no con tanta continuidad – y el tema de los cantantes invitados lo resolvieron con unas pantallas con vídeos de los propios Gary Numan, Matias Aguayo («Ice Cream» lo mejor, sin duda) y Kazu Makino cantando para salir muy airosos de los problemas que presentaban a priori.
Lo que menos me gustó es que Ian Williams quedase tan condenado a los teclados y a los efectos, puesto que podría aportar mucho como guitarrista. Lo que más es confirmar que la caja de ritmos humana que es John Stanier no podrá decepcionarnos en nuestra vida entera. Así que no superaron aquel brutal show de 2007 en este mismo festival pero aún así se fueron con un notable a casa. (Ricardo)