Lamentable. Ya se olía uno que con semejante horarios y sabiendo que Opeth se estaban yendo en sus anteriores set list a una hora cincuenta minutos y tratándose de la Sala Heineken, nada bueno se podía tramar.
Con cara a cuadros me quedé cuando no salieron Amplifier, 60% del motivo por el que había ido a ver el concierto, aunque démosles a ellos y a la organización cierta excusa, ya que el propio Akerfeldt nos informó de que habían tenido problema con el transporte … En la opción de cada cual está el creérselo o no, pero ya son muchas por el estilo las que hemos visto a Gamerco este año: Isis teloneros de Tool en Barcelona o Wolfmother teloneros de Pearl Jam en Madrid, sirvan de ejemplo.
En cuanto a Opeth, en el concierto del año anterior me dejaron algo frío, sobre todo por circunstancias parecidas a las de este año (en esa ocasión empezaron cuarenta minutos pronto) y porque la sala estaba completamente llena y no pudimos coger buena posición. Este año la cosa mejoró, más cerca, con mejor sonido y con una banda bastante más entregada que en la anterior ocasión, además de un set list más adecuado a mis gustos, sonando perfectos en todo momento y esta vez sí haciendo que nos metiéramos perfectamente en las atmósferas creadas por sus elaboradas canciones.
El set list fue idéntico al del resto de la gira y como único punto negro, para el gusto del que escribe fueron los excesivos parones y soliloquios de Akerfeldt entre canción y canción que restaban ritmo al concierto, más propios de estar tomando una cañas con un par de amigos, que ante un auditorio de 1.000 personas. Hay que reconocer que lo de que eran como Barbara Streisand, pero con un “death metal touch” tuvo su gracia, pero lo del headbanging sin música y lo de decir que a los de pelo corto no nos quedaba bien, sin comentarios. Algún maleducado tuvo a bien importunar a Akerfeldt por ello: «que tonto eres pero que bien tocas», pero creo yo que es mucho mejor quejarse a posteriori como es mi caso, que molestar al resto del público de la sala. Suscribo al 100 % el comentario de la segunda parte de «que bien tocan«, y ya no es que toquen bien, es que además son temas muy complicados de tocar y trasladar al directo. Increíble la interpretación sobre todo de “Blackwater Park” y la buenísima elección de “Deliverance” para cerrar el espectáculo, y este año, por lo menos, si que puede escuchar y fliparme a gusto con los riffs centrales de “The Grand Conjuration”. Mención a parte, aunque no sea ninguna novedad, merece la tremenda voz de Akerfeldt, tanto en las partes melódicas como en las guturales.
Un desastre fue lo de no ver y escuchar a Amplifier como si pudo hacerlo el público catalán o vasco, esperando que nos resarzan a los madrileños con un próximo desembarco y muy mejorados se vio a los Opeth respecto al año anterior y mucho más comunicativos. Daremos por buena la entrada pagada por verles, aunque fueran cinco euros más que el año pasado (luego dicen que la inflación es de un 2,7 %), a pesar de la absoluta pifia de los teloneros.