Que el concierto de una banda como Ocean Colour Scene pase de un aforo grande como el de Joy Eslava a uno todavía mayor como el de La Riviera creo que nos sorprendió a muchos. No es que el legado de la banda de Moseley sea malo, más bien al contrario si hablamos de sus tres o cuatro primeros discos, pero desde luego que el estado de forma de sus composiciones más actuales no era del todo bueno. El hecho nos dejaba claro que aún había mucha gente que quería volver a verlos, bien sea por volver a escuchar esas canciones redondas que se servían de plena efervescencia britpop de mediados de los novente, bien por ver que eran capaces de hacer hoy en día o bien porque los precios populares de los que suelen hacer gala en Houston Party invitaban a probar suerte.
Suponíamos todos que estrenando disco, titulado «Painting», el repertorio iba a tener bastante cabida de material nuevo. Creo que el que pensase lo contrario era un iluso, aunque las sensaciones posteriores ante un repertorio en el que muchos clásicos se escondieron en el baúl mientras se sacaban de él canciones lentas algo insulsas de trabajos como «North Atlantic Drift» o sobre todo de una insistencia injustificada en «One from the Modern». Con todo esto el inicio de concierto fue un verdadero cúmulo de temas de similar composición y de escaso interés, apenas variado con el inicio uniendo la reciente «Painting» que cumplió su cometido a la perfección y la siempre preciosa «The Circle». Si durante la primera media hora de concierto vimos a muchos mirando el móvil y charlando cerca de las barras, no fue casualidad. Y por mucho que los cinco miembros de la banda tocaron sensacionalmente bien durante todo el show, con especial mención a las labores de Steve Cradock a la guitarra y de Oscar Harrison a la batería, no logaron impactar ni conectar ni con unas primeras filas que parecían tener ganas de volver a los noventa por un rato.
Simon Fowler, el cantante de la banda, se mantuvo especialmente distante en todo momento pero cuando hablamos de canciones tan buenas como «The Riverboat Song» es difícil no contentar. Quizás ese parecía el punto y aparte del concierto, ya que en seguida parecía que habían cogido carrerilla con lo más granado de «One from the Modern» («Profit in Peace», esa si que hay que justificarla), pero todo fue un espejismo hasta que en el tramo final del repertorio apareció algo más de «Moseley Shoals» («One for the Road») y «Marchin’ Already» con una sensacional «Travellers Tune» y un cierre de set rockero con «Hundred Mile High City».
La gente ya parecía haber entrado en calor justo cuando la banda había abandonado el escenario. Era una pena, pero sabíamos que muchas de las grandísimas canciones que la banda posee se iban a quedar en el tintero, como luego ocurrió con «You’ve Got It Bad», «Lining Your Pockets», «Better Day», «Get Blown Away» o «Debris Road» así por decir algunas. Afortunadamente el cierre fue bueno, primero con un guiño a los fans con la cara B «Robin Hood», luego «It’s My Shadow» (aunque el momento anti-climax en que se pusieron en plan reggae no lo entendimos la mayoría) y un «The Day We Caught the Train» con toda La Riviera cantando. De hecho fue tan bueno comparado a esa primera hora aburrida que el público decidió no quererse ir tan pronto de la sala, algo que quizás los de Fowler podrían haber aprovechado para dejar a todos con mejor sabor de boca en un concierto que aunque sabíamos no iba a ser de grandes éxitos se tornó en algo excesivamente lineal y sin carisma.