Siempre me han gustado los grupos que desafían las reglas de sus géneros o de sus bases de fans. Obsidian Kingdom, que ya eran una rara avis en el metal extremo a base de combinar los agresivos tics del black metal con texturas más suaves y teclados, han dado un curioso salto con «A Year With No Summer». Mientras el título podría sugerir algo más oscuro y tortuoso, el resultado fue un disco de acercamiento al rock alternativo y el prog-rock más limpio.
Con esa aproximación a la canción de su segundo largo y los momentos más alocados del primero, los barceloneses dibujaron un lienzo de múltiples influencias que no quiere casarse con nadie. Ante una sala un tanto vacía, en torno a la cincuentena de asistentes y bañados en imágenes proyectadas que no les quitaban protagonismo alguno, el quinteto ofreció un concierto digno de estadios. Al menos en la entrega y por qué no decirlo, la pose. Desde el atuendo, hasta los gestos, tuvimos una banda muy metida en el papel, que se lo cree. Esto fue obvio ya en la apertura con «The Kandinsky Group», más funky en directo, con el teclista rompiéndose como si estuvieran en el cenit del concierto. Desde ese primer momento el nivel técnico quedó también fuera de toda duda.
Entraron fuerte con su último trabajo y pronto cayó el highlight «Darkness», quizá su mayor acercamiento a un rock noventero donde caben desde los primerísimos Pearl Jam a Deftones. Pero no todo iban a ser melodías, «Mantiis» comenzó a hacer presencia con el black adornado de saxofón de «Last of the Light». Destacó aquí la peculiaridad de que el vocalista, lejos del cliché agresivo del metal extremo, alterna gruñidos guturales con radiantes sonrisas. Un contraste inquietante, que de algún modo se ajusta a una banda que no gusta mucho de patrones.
Así fue transcurriendo el concierto en una mezcla entre atmósferas inquietas marcadas por los teclados, a ratos más orgánicas, a otros puramente industriales, estallidos técnicos de batería y doble bombo, melodías vocales bien diseminadas… todo rayando a un nivel profesional que explica por ejemplo que la banda grabe en un sello metálico de referencia internacional o haya contado con colaboraciones de iconos del black menos acomodado como Attila o el cabecilla de Ulver.
Aunque el repertorio se ciñera a sus dos discos largos, a mitad de concierto nos deparó una sorpresa en forma de versión fiel de «Planet Telex», aunque un poco más dura. Nos pareció una curiosa elección más por ser una canción de su primera etapa que por la banda en sí, pues los tentáculos de Radiohead son alargados en cualquier rama del rock experimental de nuestros días. Quizá para compensar este tramo más ligero volvieron a la épica esquizofrenia de «Mantiis» antes de enfocarse a un par de los hits más cristalinos del nuevo disco, la propia «A Year With No Summer» y «Black Swan». Ésta última la presentaron con bromas sobre sus deudas a Genesis. Igual tampoco son tan serios, después de todo.
El final llegó como el disco, con la velocidad y la intoxicación eléctrica de «Away/Absent», un gran cierre para la presentación del nuevo quiebro de una banda con mucha ambición y maneras para llevarla a buen puerto. Lo malo es que seguramente le sea difícil conectar con las huestes de un metal más mainstream. Y es una pena porque en un universo, el del rock-metal progresivo, en el que el aburrimiento y la autocomplacencia campa a sus anchas, el esfuerzo creativo de Obsidian Kingdom es de aplaudir.
Como teloneros no contaron con una banda local, lo que seguramente fuera una pieza más para que la asistencia fuera floja, sino con Erroma, formación guipuzcoana dedicada al post-metal casi enteramente instrumental. Sonidos pesados con tres guitarras en la formación, tempos tirando a lentos en general, algún que otro riff exótico y en definitiva una propuesta que esta vez nos dejó a medias. Por momentos fueron una apisonadora, pero en otras ocasiones, parones por temas técnicos o canciones excesivamente largas (ese mal del género, las extensas duraciones por defecto) nos sacaron de la espiral. Tienen madera para hacerlo mejor.