Esperado regreso a España de la banda de Trondheim Motorpsycho tras su exitosa visita de hace unos años por la sala El Sol. Para esta fecha madrileña no sólo habían pasado a contar con una sala de mucho más aforo con respecto a la previa, sino que además se habían nutrido con unos teloneros de lujo como son ya El Páramo. Al menos lo son para los que solemos poblar los conciertos del estilo en la capital y que en cierto modo vendríamos a ser ya la voz de la experiencia, vaya.
La banda madrileña de stoner progresivo nos ha regalado muchos conciertos festivos y caóticos (en el buen sentido de la palabra), pero en esta ocasión nos ofreció un show más maduro y comedido, centrado casi en exclusiva en presentar los temas de su próxima (inminente diría yo) referencia discográfica. Suponemos que entre eso, la temprana hora y una sala cuyo sonido no suele hacer justicia a las bandas potentes, no estuvimos presenciando uno de sus conciertos más memorables aunque es de justicia decir que siguen estando en lo más alto del mundillo musical madrileño. Sólo necesitamos ir escuchando esos nuevos temas en casa para poder rematar en los bolos, porque Macón, Jorge y compañía encima de un escenario sigue siendo un valor seguro.
Con los noruegos pasa un poco como nos ha ido ocurriendo con los chicos de El Páramo, ya que es encima de las tablas dónde verdaderamente demuestran sus virtudes. Huelga decir que el sonido de la céntrica sala volvió a ensombrecer un estilo tan técnico como el de la banda, pero me temo que eso sorprendió a pocos. Llevaban apenas 10 minutos de concierto y todas las promesas que siempre habían ido al lado del nombre de Motorpsycho y sus directos se mostraba ya a flor de piel. Lo más evidente es ver que el sonido de la banda es fruto de un power trío que verdaderamente sabe lo que hace, con especial mención al increíble sonido de bajo (y los pedales Moog) de Bent Sæther, pero tampoco hay que obviar que saben jugar muy bien con lo holgado de su repertorio y con lo cambiante de su estilo.
Al mismo tiempo este último punto juega algo en contra, ya que la identidad de la banda a lo largo de la historia de la formación ha tocado tantos palos que las sensaciones de disfrute del concierto suben y bajan como una montaña rusa. Cuando estás arriba te consiguen enganchar como en el mejor de los momentos, pero cuando la cosa entra en la monotonía o en jams algo excesivas es fácil caer en la dispersión. Por ejemplo, tan pronto presentaban un tema nuevo al más puro estilo rockero como «Whiskey & Rock’n’Roll» como se lanzaban entre la maraña de sensaciones que es «Year Zero», y que conste que estos fueron dos muy buenos momentos. Con la unión de «Cornucopia» y «Go to California» incluso vivímos esos dulces momentos álgidos entremezclados con alguna densidad sólo apta para los fans más acérrimos.
Lo que está más que claro es que la banda noruega ya tiene una pequeña legión de unos cuantos fieles seguidores que seguirán repitiendo, y con un poco de suerte y buen gusto irán aumentando lo suficiente como para que regresen pronto. Sin duda, un directo muy personal.
