Como epílogo del año festivalero en la zona centro-norte, Valladolid ha recuperado Intro Music, un certamen desarrollado durante dos días en un espacio cubierto -y calentito- para miles de aficionados al género “Indie”. Un entrecomillado pertinente desde hace años para una etiqueta cuya hoja de servicios supera ya las dos décadas en nuestro país y que ya no hace distinción de géneros y medios de difusión para diferenciarse de artistas y grupos nacidos o integrados en la industria musical. Y es que, por un lado, la búsqueda de nuevos sonidos pop que acompañen a las omnipresentes músicas dance o latina ha allanado el camino para grupos como Love Of Lesbian en la programación de las emisoras de radio más populares (hace años era impensable su éxito masivo). En el otro plato de la balanza, la “responsabilidad” de los grupos: si bien el enfoque lírico-musical no siempre es razón evidente (Dorian y Sidonie, por ejemplo, siempre colmaron su discografía con grandes melodías), una intencionada producción limpia -más accesible- siempre ha sido la puerta de acceso más directa para encontrar nuevos y amplios públicos.
Así pues, sin correr riesgos en una coherente doble jornada, el cartel de 10 grupos depositó en manos de los sevillanos Maga la responsabilidad de introducir el viernes. Con tan solo dos componentes, una guitarra, un piano y una caja de ritmos, arriesgaron ante el escaso aforo que los contemplaba (obviamente, la mayor parte, sus fans). Una estampa que, comparada con lo reflejado en el show de los siguientes músicos, evidenció el mayor contraste de la noche: desde Madrid, los (autodefinidos “putos”) Sexy Zebras, exprimieron el máximo rendimiento a su último –y más logrado- disco. Torso desnudo, a medio camino entre unos Nirvana sedientos de grasa de taller y los Red Hot Chili Peppers más gamberros, el power-trío consumió hasta la última gota de oxígeno de su aliento. Recorriendo el escenario de esquina a esquina, desgajaron, entre otras, “La Máquina”, “Búfalo Blanco”, “El Semental” y ese himno (copia descarada del “Puto” de Molotov) llamado “Hijo de Puta”.
Llegó entonces el primer gran reclamo del día 9: Iván Ferreiro. Con una trayectoria tan extensa, su repertorio es un menú para satisfacer a propios y extraños, con tiempo –como no- para interpretar algunos temas de su reciente álbum “Casa”, pero también para guiñar al público más talludito: hasta tres canciones de Los Piratas sonaron (“El Equilibrio Es Imposible”, “Promesas Que No Valen Nada” y, claro, “Años 80”). Aunque intimó a solas con el piano en los pasajes más lentos, abordó su directo con una superbanda donde no faltaban su hermano Amaro o el productor Ricky Falkner (al bajo). Con un histrionismo contenido y seducido por el ángulo positivo de la melancolía, Ferreiro dirige con la mente hasta seis músicos, mientras permanece absorto en su juego de manos (las que sujetan con fuerza el micro como si fuera un bocadillo) y los giros danzarines y circulares cuando se bambolea.
Al público, acto seguido, le tocaba afrontar un nuevo giro estilístico -e idiomático- con L.A. (únicos representantes de la lengua de Shakespeare en el Intro Music). Luis Alberto Segura sabe que su música, parida en Mallorca, siempre tuvo el corazón en Norteamérica. Con algún problema técnico y una puesta en escena austera, su rock atesora mucha clase, pero para evitar acercarse al tedio tiene el complicado reto de sobrevivir en el directo a ciertos postulados de sus últimos trabajos, donde la partitura entra demasiadas veces en el terreno de unas estructuras y una producción algo sobadas. Fueron temas como “Stop The Clocks”, “Dualize” o “Hands” los que firmaron un concierto a medio camino entre el aprobado y el notable.
Y llegó el final, y a la par, el momento más festivo del día con Dorian, el triunfo definitivo del synth-pop español actual (al margen de Fangoria). Muy agradecidos y repasando el set que celebra su gira Diez Años y Un Día, el grupo comandado por los abrazables Marc -renunciando a una perfecta ejecución vocal en pos del movimiento y la agitación del personal- y Belly, ya sólo conciben un espectáculo donde la interacción con la audiencia, para regocijo de los más jóvenes, es un pilar clave: el temido y clásico karaoke (“Los Amigos Que Perdí”, “Verte Amanecer”, “Cualquier Otra Parte”). Añadamos unos apañados cañones de confeti lloviendo mientras suena alguna canción del trío “Paraísos Artificiales”, “La Mañana Herida” o “La Tormenta De Arena” – con ésta cierran- y rubricamos la evolución de los catalanes desde la modestia de sus primeros conciertos hasta la solvencia actual labrada tanto en la península como en Latinoamérica (en especial México).