Hay que rendirse ante la evidencia. The International Noise Conspiracy no han sacado este 2008 su mejor disco, por decirlo suavemente. De algún modo la rabia que la banda arrastraba desde los tiempos de Refused se ha ido diluyendo más y más en el garage olvidando casi todo el hardcore y el punk en favor de la melodía y la psicodelia. Pero ya son unos clásicos en nuestros escenarios, también en los bilbaínos, nos visitaron hace dos años con su desastrosa actuación en el Bilbao Live, de la que ninguna culpa tuvieron y pudieron resarcirse el pasado año tocando en plenas fiestas en el Kafe Antzokia. Repitiendo escenario, esta vez llegaban además con unos más que interesantes teloneros nacionales, It’s Not Not. Pero el dichoso temporal hizo que los catalanes no pudieran acercarse a la cita, una gran pena.
En cuanto a los suecos, que empezaron más tarde de lo deseado, lógicamente por el tema de no haber teloneros, se puede decir que cumplieron. La banda, que siempre se ha caracterizado por los uniformes, salía esta vez de morado, como si regresaran poseídos por el espíritu ‘mod’. Lo cierto es que en sus nuevas canciones encontramos más similitudes con The Who que nunca y también por qué no decirlo mayor cercanía al arena rock si bien no han abandonado su raíz garajera aunque casi por completo cualquier vestigio punk-rock.
En esta onda iban temas nuevos entre los que destacó en directo «Hiroshima Mon Amour», junto con todo el puñado de hits viejos, especialmente la infaliblemente divertida «Black Mask» o la aunque cada vez menos creíble «Capitalism Stole My Virginity». Pero fue una verdadera pena y un error de cálculo imperdonable meter tanto tema nuevo aún a costa de prescindir de otros de la talla de «Comunist Moon», dando la sensación de que el concierto quedaba un poco cojo en ese sentido.
Por lo demás, un concierto lleno de temas más o menos potentes pero de similar intensidad en directo. Sin duda lo mejor, la entrega de la banda en general aunque como no, en especial del frontman Dennis Lyxzén, ahora luciendo cabellera rubia, que no para de jugar con el micro, contonearse, hacer saltos acrobáticos y en definitiva sudar la camiseta como un cabrón. Tal vez un despliegue escénico incluso excesivo cuando tomaba un cariz erótico-festivo, pero en fin, todos quieren ser Iggy Pop. El caso es que hasta los momentos más flojos de su último disco eran avivados por la actitud de la banda que en cualquier caso, triunfó ante un público ya muy familiarizado con ellos.